domingo, 22 de diciembre de 2013

Capítulo 5

Empieza la acción.


Seguimos andando durante diez o quince minutos hacia el este. Vins y Urmont se adelantaron con el coche y cuando nosotros llegamos, Vins ya tenía un transmisor de radio bastante grande instalado en la parte de atrás del coche conectado a una pequeña antena circular que estaba sobre el techo. Urmont tenía desplegado un mapa del área en el suelo de la parte de atrás y estaba dibujando cosas sobre él con un rotulador rojo.

-¿Qué has averiguado, jefe?- le preguntó Phil cuando nos acercamos al jeep.

-Ya era hora de que llegarais, chicos- dijo Urmont mientras se apartaba del mapa.- Esos cinco no van a tardar mucho en recoger sus cosas y seguir avanzando. Si nos damos prisa, podremos pillarles desprevenidos.

Todos nos acercamos alrededor de la parte de atrás del coche. Todos menos Vins, que seguía ajustando la frecuencia de la radio. El mapa era de Varhlem, y el círculo rojo sobre el que ponía “CAMPAMENTO DE HIRR” estaba bastante cerca de la frontera con el noreste. También había un par de flechas que señalaban desde donde estábamos hasta donde se encontraba Hirr, una por arriba y la otra un poco más abajo.

-Oye, Tim. El plan está hecho para que tú tengas que tomar parte en el ataque. ¿Crees que podrás o prefieres quedarte atrás?

-¡Por supuesto que puedo!- le dije con el ceño fruncido mientras agarraba mi espada.- No llevo esto por nada.

-Bueno, el plan es bastante sencillo. Vais a ir por parejas. Yo me quedaré atrás para informaros y daros órdenes. Vins será el que esté a cargo de la radio. - dijo mientras señalaba a los diferentes circulitos con un punto en el interior que estaban dibujados en el mapa.- Una pareja tendrá que adelantarse y entrar en acción desde el norte del campamento. La otra solo sigue un poco de frente para atacar por el lado oeste. Phil, tú irás con Rel. Brand y Tim irán juntos.

-¿En serio, jefe?- protestó Rel.- No creo que sea  buena idea manda a los dos novatos solos en su primer trabajo.

Urmont se giró y miró fijamente al ayudante. Finalmente suspiró.

-Rel, no te contraté para dar tu opinión. El que da las órdenes aquí soy yo, y digo que se queden juntos. Así podrán demostrar de lo que son capaces- y, después de decir esto, se volvió a girar y comenzó a señalar en el mapa.- Cerca de su campamento hay un montículo desde donde podréis esperar y observar. Cuando yo de la orden, deberéis bajar esa pequeña colina e intentar acercaros lo máximo posible al campamento sin que os  vean. Y después de eso solo tendréis que eliminar a los guardias a mi orden y capturar a Hirr. No debería haber problemas. ¿Lo habéis entendido?

-Parece demasiado fácil- dijo Phil quitándole importancia con la mano.- Este trabajo está hecho en menos de diez segundos.

-No te confíes tanto, Phil, y limítate a seguir mis órdenes. Nada de improvisar o hacerte el héroe- le respondió Urmont.- Está bien. Rel y Phil irán por de frente y atacarán desde el lado oeste. Brand y Tim, vosotros tendréis que bordear el montículo y atacar desde el norte. Muy bien chicos. Manos a la obra.

-Pero, señor- dijo Brand con cara de enfado.- ¿No deberíamos saber antes qué hacer después de llegar al montículo?

-Ya lo he dicho antes, chico- le respondió Urmont, perdiendo la paciencia.- Cuando yo de la orden, vosotros bajáis por la ladera intentando que no os vean y acabáis con los guardias que os tocan. Después de eso capturáis a Hirr. No tiene más complicación.

-Pero...- comenzó a protestar Brand.

-Venga, Brand. No te preocupes- le dije mientras le daba un puntapié.- Seguro que no es tan difícil.

-Tim tiene razón- intervino Phil.- Aunque sea vuestro primer trabajo, sólo tenéis que intentar no hacer ruido.

-Eso es, eso es- dijo Urmont metiendo prisa.- Ahora tenéis que ir a vuestra posición, se nos acaba el tiempo. En la pantalla de vuestros transmisores están las coordenadas en las que os encontráis. Ahora Vins os dará a las que debéis ir. Mucha suerte y no me falléis.

Ambos asentimos y Brand Cogió un trozo de papel con números y algunas letras garabateados en él. Después de eso, nos dirigimos al norte.

Pasaron unos cinco minutos sin que Brand y yo intercambiáramos palabra alguna. Cada vez hacía más calor, aunque se podía aguantar gracias al aire que soplaba. Brand miraba casi siempre su transmisor y la hoja con las coordenadas.

-¿Crees que nos saldrá bien?- le pregunté al fin.

-No creo que este plan sea perfecto- respondió.- Pero tampoco creo que sea muy difícil. Tú no te preocupes.

-Sí, si yo estoy tranquilo- le dije, pero entonces me di cuenta de que no hacía nada más que frotarme y colocarme bien los guantes.- ¿A qué crees que se refirió Urmont con lo de eliminar a los guardias? ¿Tendremos que matarlos?

-Con dejarlos inconscientes debería de valer- respondió sin aparta la vista de su transmisor.- Aunque yo no soy el que va armado. Tú, en cambio, deberías de tener cuidado al usar esa espada tuya. Podrías hacerte daño.

-¡Se usar una espada! El viejo Ben me enseñó- protesté.

Pasaron otros minutos sin que habláramos y Brand sólo miraba su transmisor y le daba golpecitos.

-Brand, ¿por qué no usas armas?- le pregunté después de meditarlo bien.

-No me hacen falta. Mis puños son mis armas- me respondió tranquilamente.- Un arma puede herir incluso a quien la empuña. Mis puños nunca herirán a alguien a quien yo no quiera.

-Ey, chicos, ¿estáis ahí?- dijo la voz de Vins a través del transmisor de Brand.- ¿Me oís? Os estamos esperando.

Brand apretó el botón rojo del lado y habló.

-Sí, debemos de estar cerca. Pero la pantalla de mi transmisor está rota. No distingo los números de las coordenadas.

-¿Qué? ¿Por qué no lo has dicho antes?- vociferó Urmont a través del transmisor.- ¿Y ahora como demonios pensáis llegar hasta vuestra posición? Phil y Rel ya están en su puesto.

-Pero, habérmelo dicho antes- contesté tranquilamente.- Yo puedo mirar nuestras coordenadas en mi ordenador. No hay porqué preocuparse.

Encendí la pantalla y abrí el programa del transmisor. Había muchísimos programas más avanzados que aquel y que incluían incluso un mapa muy detallado con mi posición, pero no había tenido tiempo aún de conseguir uno de esos. Comparé nuestras coordenadas con las de donde deberíamos de estar y vi que estábamos muy cerca.

-Tranquilos, chicos- dije a través del micrófono de mi ordenador.- Estamos muy cerca. En un par de minutos llegamos.

Después de decir esto corté la conexión y empecé a andar en dirección a las coordenadas correctas.

-Si a ti te funcionaba bien, ¿por qué no lo has usado antes?- me preguntó malhumorado Brand.

-Bueno, no se lo digas a Urmont, pero yo aún no había iniciado el programa del transmisor. Por lo que es como si lo tuviera apagado- le dije con una sonrisa de culpabilidad.

Brand se rió y negó con la cabeza, pero enseguida volvió a su estado natural de seriedad. Después de andar unos metros, llegamos a la zona de la ladera donde debíamos de esperar, avisamos por radio y nos tumbamos para observar. Debajo de nosotros se veía el pequeño campamento. Había un fuego con una olla sobre él. Un coche rojo bastante grande y antiguo estaba aparcado cerca. Apoyadas a un lateral del vehículo había unas cuantas mochilas y macutos. Hirr estaba sentado al lado del fuego mientras removía el contenido de la olla. Un par de matones hablaban de espaldas a donde Brand y yo estábamos, alejados de Hirr. Los otros se alejaban caminando.

-Bien, chicos. Atentos a mi señal- dijo Urmont a través del transmisor.- Deberéis de bajar la ladera rápido y en silencio mientras los guardias cambian de lado. Sólo tenéis una oportunidad. No lo estropeéis.

-Tranquilo, jefe. Déjanoslo a nosotros- le respondió Phil.

-Ya tendré tiempo de tranquilizarme cuando acabemos esto. Vosotros limitaros a acabar con los guardias y capturar a Hirr- dijo Urmont.- Y no dejéis que se monte en el coche o lo perderemos. Buena suerte muchachos.

Brand se crujió los dedos y se subió las mangas de su camiseta, que se habían bajado, hasta el codo. Yo tiré de la solapa de mis guantes para ajustármelos bien, llevé mi mano izquierda a la empuñadura de mi espada y la apreté con fuerza.

Los dos guardias que estaban enfrente de nosotros, al pie de la colina, se giraron a mirar a la otra pareja y se hicieron una señal. Acto seguido, empezaron a andar.

-Muy bien, ya deberían de estar cambiando de lado- nos dijo Urmont por el transmisor.- Bajad con cuidado la ladera, esconderos entre la maleza. Eso sí, si os ven, no dudéis en atacar los primeros.

-Muy bien, vamos allá- respondí. Dijeron algo más, pero no lo pude escuchar ya que me quité los auriculares y los dejé colgando de mi cuello.

-Ten cuidado, Tim- me dijo Brand muy serio.- Si no puedes con el guardia, limítate a ganar tiempo hasta que alguien se encargue de él.

-Tranquilo Brand, yo me encargo- y después de decir esto le hice un gesto levantando el pulgar derecho.

Brand y yo nos levantamos y comenzamos a descender agachados. La hierba alta nos cubría casi hasta la cabeza. Intentamos no pasar entre la maleza para no moverla demasiado, pero tampoco nos atrevíamos a que nos vieran. Brand iba delante de mí y no hacía nada más que mirar al suelo y de vez en cuando mirar a los guardias.

Pero entonces ocurrió algo inesperado. Hirr se levantó de donde estaba y le gritó a uno de los guardias a los que seguíamos, uno que parecía más joven que su compañero, un poco bajo y con el pelo rubio. Hirr le hizo una seña con la mano y le dijo que se acercara. Después vociferó algo acerca de que la comida era una basura y era incapaz de cocinarla. El guardia, resignado, dejo a su compañero para dirigirse hacia Hirr.

-Si se aleja, no podremos pillarlos por sorpresa, y seguro que Hirr tendrá más posibilidades de escapar- dijo Brand preocupado.

La idea de fracasar en mi primer trabajo me atemorizó y empecé a caminar un poco menos agachado, cada vez más rápido, en dirección a los dos guardias.

-Vamos, sígueme. No podemos dejar que se aleje mucho- le susurré a Brand.

Me giré para ver si me seguía mientras le decía eso y me alegró ver que su mirada no era de desaprobación, aunque sí de preocupación. Pero cuando volví a mirar al frente ya era demasiado tarde para reaccionar. Mi pie derecho chocó con una raíz que sobresalía del suelo y perdí el equilibrio. Cuando quise darme cuenta, ya estaba por los aires y caía de cabeza contra el suelo. Me cubrí la cara con mis brazos por acto reflejo y, un segundo después, estos chocaron contra el suelo. Un momentáneo pero intenso dolor me recorrió los brazos desde las muñecas hasta los hombros. Debido a la fuerza de la caída, comencé a rodar colina abajo hasta que aterricé de espaldas justo abajo, con un dolor incesante por todo el cuerpo y a apenas unos pasos del primer guardia.

Aunque intenté no gritar, cosa la cual no conseguí, todo el ruido de la caída acabó por alertar a los guardias. Cuando conseguí abrir los ojos, me incorporé y todo dejó de girar, vi al guardia de mayor edad correr hacia mí con su espada desenvainada. Blandía una espada ancha pero no demasiado larga. En menos de dos segundos ya estaba delante de mí con la espada alzada. Yo no sabía qué hacer, estaba paralizado por el miedo. Pensé en desenvainar y parar su golpe, pero ya era demasiado tarde. Su espada bajaba rápidamente hacia mí. Me cubrí la cara con el brazo derecho en un acto reflejo y la hoja chocó contra la palma de mi mano.

Un sonido metálico sonó y la hoja del guardia rebotó hacia atrás. Mi guante estaba intacto y, lo que era más importante, aún conservaba la mano. El revestimiento de milthium que tenía mi guante por dentro me había protegido del golpe. Incluso en la parte exterior de mi guante apenas quedaba marca del golpe, el cuero no fue cortado.

Pero aún estaba mareado de la caída, y más después de aquel ataque tan repentino, por lo que mis movimientos eran muy torpes. Apenas me estaba levantando cuando vi a Brandom saltar por encima mía en dirección al guardia. Cuando estaba cayendo, le propinó un fuerte puñetazo en la cara a su adversario, el cual cayó de espaldas. Brand aterrizó sobre el guardia, preparado para rematarle, pero este se había golpeado la cabeza al caer y estaba inconsciente.

-¡Cuidado!- le grité a Brand al ver que el otro guardia se le acercaba por detrás con su espada corta en mano.

Brand giró rápidamente hacia su derecha y bloqueó el ataque de aquel matón con el brazalete metálico que llevaba en su antebrazo derecho y, sin pensárselo dos veces, lanzó un puñetazo hacia la cara de su enemigo. Pero este consiguió esquivar el golpe y volvió a lanzarle un corte, esta vez a la altura de la cara, que Brand esquivó por muy poco.

Yo terminé de ponerme en pie y avancé hacia Brandom para ayudarle, pero en ese momento una voz gritó desde el otro lado de la zona de acampada.

-¡A por Hirr! ¡Ve a por Hirr! ¡No dejes que se escape, Tim!

Era Phil, que corría hacia el centro del campamento con su espada larga desenvainada y cubierta en sangre. A sus espaldas yacía el cadáver de uno de los guardias. Rel continuaba luchando con el otro guardia.

Yo no sabía si ayudar a Brand o ir a por Hirr. Me quedé quieto unos segundos, indeciso, hasta que comencé a andar hacia Brandom, que estaba bloqueando un ataque del guardia con ambos brazaletes.

-¿A qué esperas, Tim?- me dijo él.- Si no te das prisa se va a escapar. No te preocupes por mí.

Después de que me dijera eso, apreté los puños y salí corriendo hacia el centro del campamento. Yo estaba a unos quince metros de Hirr, un poco más cerca que Phil. Y al parecer, corría más rápido que él. Intenté no pensar en el dolor que me recorría todo el cuerpo y el entumecimiento de mi mano derecha. Vi como Hirr estaba intentando alcanzar el coche y mis músculos se tensaron. Sin pensarlo dos veces saqué mi pistola para soldar. La había dejado cargada y a máxima potencia, por lo que no me preocupe en ajustarla. Apunté hacia el coche y disparé.

Un cubo de energía altamente concentrada del tamaño de un dado de Zihlör, ese juego de mesa tan famoso en la Isla del Yunque, salió disparada de aquella especie de cañón a gran velocidad. Conforme avanzaba iba perdiendo intensidad y el cubo se iba haciendo cada vez más pequeño. Apenas era un tercio del que disparé originalmente cuando alcanzó al coche en el lateral izquierdo. Pasó rozando por encima de la rueda delantera, que explotó. El resto del proyectil energético impactó en el coche.

Cuando la rueda estalló, Hirr ya estaba dentro del coche. Pero cuando intentó arrancarlo, no funcionó. Lo intentó varias veces pero el motor no reaccionaba. Posiblemente fuera gracias a mi disparo, el cual debió de alcanzar el motor o alguna pieza importante. O quizás que aquella chatarra no quería arrancar. Yo seguí avanzando hacia el coche sin pararme ni un instante. Cuanto estaba a punto de llegar a la puerta del piloto, vi como la otra se abría y Hirr salía torpemente.

Empezó a correr sin rumbo alguno. Yo rodeé el coche y continué persiguiéndole. Estaba bastante cansado y apenas acortaba distancia entre ambos, pero a Hirr se le cayó el maletín metálico que llevaba consigo y se tuvo que parar a recogerlo. Después de esto se tropezó y casi se cae, pero volvió a recobrar el equilibrio. Como yo ya estaba bastante cansado y me dolía demasiado el cuerpo, decidí dispararle.

A mi pistola apenas le quedaba energía después del último disparo, así que, si conseguía herirle, no sería muy grave. Apenas nos separaban tres metros, pero era lo suficiente para que mi disparo se pudiese desintegrar antes de alcanzar a Hirr. Aún así apreté el gatillo. Esta vez el proyectil energético era un cilindro y mucho más pequeño. Esperaba que, aunque no acertara el disparo, Hirr se asustara y esto le frenaría. Pero por suerte le di. Lo poco que quedaba del proyectil le alcanzó la pierna, quemando esa zona del pantalón y dejándole una leve quemadura. Hirr cayó de rodillas al suelo y después se desplomó.

Yo me acerqué a él y poco después llegaron Phil y Brand, Rel se nos unió después. Ninguno parecía herido. El coche donde estaban Urmont y Vins se acercaba a lo lejos a gran velocidad y los pocos segundos ya estaba parado al lado de nosotros. Hirr no paraba de sollozar y de agarrarse su pierna herida.

-Al final lo capturamos- dijo Phil poniendo su enorme pie sobre la espalda del narcotraficante.- Has estado genial, Tim. Tendremos que mirar esas heridas.

-¿Genial?- exclamó Urmont mientras se bajaba del coche.- Casi destroza toda la operación con esa estúpida caída.

-Vamos jefe, no seas duro con él. Es su primer encargo- le respondió Phil.- Y si no llega a ser por él y ese trasto lanzallamas se nos habría escapado.

-Deja de defenderle y ponedle las esposas al preso- dijo de mala gana Urmont mientras le lanzaba una placa rectangular con dos agujeros.- Y cuando esté seguro, subidlo a la parte de atrás. Tenemos que dejarlo en Lanins esta noche. Dejaremos sus heridas para cuando cobremos. Además, en dos días tenemos otro trabajo.

Y dicho esto dio media vuelta y volvió a entrar en el coche. Rel esposó al preso y entre Phil y él lo montaron atrás. Brand y yo solo intercambiamos miradas, pero yo estaba feliz porque todo había salido más o menos bien. Los dos nos montamos los últimos en la parte de atrás, donde ya no estábamos tan espaciosos. El coche arrancó con un ruido sordo y comenzó a moverse. Me dolía todo el cuerpo y estaba bastante exhausto, pero sabía que me esperaban situaciones peores. Este solo había sido el comienzo de las aventuras que nos aguardaban.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Capítulo 4

El primer encargo.


Después de estrecharnos la mano, Urmont comenzó a ordenar a sus ayudantes que cargaran todo en el todoterreno. El coche tampoco era nada del otro mundo. Era bastante largo, eso sí, pero apenas tenía protección. El piloto y copiloto estaban protegidos por una puerta a cada lado, un techo bastante fino y por una pequeña pared metálica con rejillas por arriba que estaba detrás de los asientos. La parte de atrás era amplia y tenía unas paredes metálicas muy finas de medio metro de alto. También había dos arcos metálicos que cruzaban de un lado a otro, uno en mitad del y otro al final. La pared de la parte trasera era una puerta que se abría hacia abajo. El color original debió de haber sido verde, pero había mucho barro y algunas partes estaban oxidadas y sin pintura.

Phil y Rel cargaron un par de macutos alargados y tres cajas no muy grandes con víveres y colocaron todo junto a la pared que separaba la parte del piloto con la de atrás. Después de cargar todo, Vins se puso al volante y Urmont se sentó de copiloto. Phil y Rel se sentaron en el suelo, uno a cada lado en la parte de atrás a continuación de los macutos. Brand y yo les imitamos, sentándonos cada uno a un lado del suelo a continuación de los dos ayudantes. Apoyamos la espalda sobre la pequeña pared y dejamos nuestro equipaje entre nuestras piernas. Brand apenas tenía espacio para sentarse de lo largas que tenía las piernas pero consiguió ladearse y apoyarse en la pequeña puerta de atrás.

Salimos de Lanins en mitad de la noche y ni Brand ni yo preguntamos a dónde íbamos. A pesar de que estábamos sentados sobre las ruedas de atrás y no paraba de temblar el suelo, conseguí cerrar los ojos y dormir gran parte del trayecto. Cuando volví a abrirlos ya había amanecido. Íbamos por un camino bastante recto y no muy bien asfaltado. A la izquierda del camino, a lo lejos, se veían unas azules y altas montañas nevadas. A la derecha no había nada, sólo una tierra poblada de hierbajos y con algunos árboles no muy altos y sin apenas hojas.

Brand estaba mirando el paisaje, pensativo. Yo tenía por encima una pequeña manta verde que me debía de haber puesto Brand mientras dormía. Intenté devolvérsela después de agradecérselo, pero se negó diciendo que todavía hacía frío y él no la necesitaba. Él llevaba su camiseta negra de manga larga. Daba la impresión de que abrigaba bastante.

Rel estaba durmiendo con la cabeza hacia atrás, sobresaliendo del coche, y la boca totalmente abierta. Phil estaba despierto y miraba al frente. Se giró cuando me sintió moverme.

-Buenos días, joven mecánico- me dijo sonriéndome.

-Buenos días, Phil- le respondí.- A todo esto, ¿adónde vamos?

-Nos dirigimos a un área de descanso que hay al norte de Tolsum.

Al escuchar el nombre me acordé de aquel joven.

-Oye, Brand. ¿No era a Tolsum a donde se dirigía aquel chaval que conocimos en el bosque?

-Sí, aunque no sé si habrá conseguido llegar- dijo haciendo una mueca.- Estaba malherido y a mucha distancia de la ciudad.

Después de eso volvió a dirigir su mirada a las montañas que tenía enfrente. Yo me quedé un rato pensando en aquel chaval hasta que un badén me sacó de mis pensamientos y por poco me saca también del coche.

-Oye, Vins- le gritó Phil.- ¡Conduce con más cuidado! Que aquí atrás no vamos tan bien como allí.

Rel se despertó con el bote pero enseguida volvió a quedarse dormido. Y Vins ni siquiera contestó. Yo temía que se hubiese quedado durmiendo al volante, pero si hubiese sido así ya nos habríamos salido de la carretera.

-¿Cuánto falta para que lleguemos al área esa?- le pregunté a Phil.

-No debe de faltar mucho- respondió mirando su reloj de pulsera.- Pero cuando lleguemos tendremos que organizar el trabajo. No esperes que nada más bajar del coche va a comenzar la acción.

Y después de decir esto soltó una fuerte risotada.

No sabía nada acerca del trabajo que íbamos a hacer pero no quería cansar a Phil con preguntas, así que preferí esperar. A lo mejor nos lo explicaban mejor cuando llegásemos, y si no se lo preguntaría a Urmont.

Pasé un rato fantaseando con los  peligros que nos esperarían al llegar al área aquella, pero decidí no engañarme con falsas situaciones y me obligué a pensar en otra cosa. Lo siguiente que se me pasó por la cabeza era lo que íbamos a hacer después de que cumpliese los dieciséis. Pero como tampoco quería preocuparme tan pronto dejé de pensar en eso y me limité a observar el paisaje y esperar.

Las azuladas montañas se perdían en el horizonte. Aquella vista era preciosa, pero después de llevar cinco minutos observándola empezó a dolerme el cuello y tuve que mirar hacia el otro lado. No había nada más que tierra yerma con poca vegetación. Si hubiésemos estado más al norte seguro que la zona estaba más verde debido a las lluvias, pero aquella zona estaba más seca. Aún así no se puede comparar al clima árido del Desierto de la Serpiente ni al Gran Desierto de M’klaj que hay en el sur.

Después de unos minutos dejamos la carretera asfaltada para pasar a un camino de tierra bastante estrecho. El sol no calentaba demasiado al estar al norte, pero aún así ya empezábamos a pasar calor. Yo me quité mi chaqueta y la guardé con el resto de mis cosas, pero Brand siguió con su camiseta oscura de manga larga, solo que se subió las mangas hasta el codo, y sus pantalones marrones largos. Además llevaba un pañuelo gris alrededor del cuello que, aunque fuera fino, daba más calor que no llevar nada.

Después de esperar otro rato más, preguntándome cómo podía aguantar Brand con esa ropa, llegamos a una zona más verde. Toda la zona estaba cercada con vallas de madera. Había árboles bajos y césped en el suelo. Algunos bloques rectangulares de piedra grisácea estaban repartidos por el lugar a modo de mesas y a los lados había otros más bajos y pequeños donde podías sentarte. No había ninguna duda de estábamos en el área de descanso.

El coche se paró cerca de un árbol y el motor dejó de sonar. Las puertas de delante se abrieron y Phil nos indicó a Brand y a mí que bajáramos con un gesto mientras Rel se frotaba los ojos para despertarse.

Bajamos del vehículo sin coger nuestras cosas y andamos un poco para estirar las piernas. Nos dirigimos a uno de esos bloques de piedra con asientos. Urmont llevaba una carpeta negra no muy gruesa que debía de contener información del trabajo. Nada más llegar a los asientos, Vins se dejó caer sobre uno apoyando la espalda en el bloque  y bostezó.

-Estos viajes siempre me dejan hecho polvo- dijo mientras se le cerraban los ojos.- Deberíamos parar para descansar a mitad de trayecto.

Cerró los ojos completamente y empezó a girarse para apoyarse más en la mesa, pero Urmont soltó con fuerza la carpeta sobre la mesa y Vins se sobresaltó tanto que hasta dio un bote y se levantó de su asiento. Mientras, Rel y Phil observaban divertidos aquella escena. Brand y no nos limitamos a sentarnos en un asiento, ocupándolo entero, a esperar y observar.

Urmont se sentó en un asiento, Phil en otro y Vins y Rel en el que quedaba. En cuanto todos estuvimos sentados alrededor de la mesa, Urmont abrió la carpeta y empezó a ojear los papeles que tenía.

-Bueno chicos. El trabajo de hoy no es nada del otro mundo. Otro narcotraficante del tres al cuarto que acaba de empezar con una droga experimental. Su nombre es Hirr dijo mientras nos enseñaba una foto suya.- Está intentando introducir una nueva droga llamada X-5 en Varhlem.

Después de esto nos fue pasando varios papeles de los que tenía en su carpeta. A mí me llegó la fotografía que habían enseñado antes. Solo se le veía del pecho para arriba. Hirr tenía una cara delgada y alargada, con la mandíbula bastante marcada. Sus finos labios perfilaban su pequeña boca y su nariz era larga y picuda. En la foto salía con unos anteojos redondos de lente azulada y el pelo, liso y lacio, hacia atrás, que le caía por los lados de la cara hasta los hombros exceptuando algunos pequeños mechones que le caían por la frente y algunos llegaban a sus marcados pómulos.

La verdad es que su cara era bastante siniestra. Deje de mirar la foto y se la pasé a Brand para perderla de vista. Él me dio el informe que había cogido. Era toda la información que habían podido reunir sobre la droga X-5. Los efectos no estaban muy claros aún. Los que la consumían agudizaban la vista y sus reflejos pero los músculos se entumecían y se perdía algo de tacto. Al parecer, la droga era de absorción vía cutánea, lo que hacía que sus efectos fuesen casi inmediatos. Unos pequeños tubos de no más de cinco centímetros de largo y dos de diámetros contenían la droga, que era una especie de crema bastante líquida. Tenían un pequeño botón a un lado y al apretarlo salía una capa de X-5 que al ponértela sobre la piel se absorbía al cabo de unos segundos. La mayoría de los adictos solían aplicársela en el lado izquierdo del cuello, donde antes hacía efecto. También le dejaba una pequeña quemadura en la piel al que la consumiese y si se aplicaba siempre en el mismo sitio la pequeña quemadura dejaba de ser tan pequeña.

-Parece un trabajo fácil- dijo Rel cruzando los brazos.- Ese tío es solo otro principiante. Una persona sólo podría encargarse de él.

-No te confíes, Rel- contestó Urmont.- Ha contratado a cuatro matones como guardaespaldas. Está vigilado las veinticuatro horas del día. Vamos a tener que coordinarnos muy bien si queremos cogerle vivo.

Por aquel entonces yo ya había escuchado cosas sobre los cazarrecompensas. Sabía que te pagan más por un preso vivo que por uno muerto. Aún así no sabía cuanto más podían pagar. Ni siquiera sabía lo que nos pagaban.

-¿Qué precio tiene?- pregunté después de meditar la pregunta.

Todos se me quedaron mirando hasta que Urmont empezó a reírse.

-Así que vas directo al grano, ¿eh?- dijo Urmont cerrando la carpeta.- Como ya sabréis la recompensa no se va a repartir en partes iguales. Vosotros, en el mejor de los casos, recibiréis una pequeña comisión, por eso de que no sois ayudantes oficiales. Pero si hacéis bien el trabajo os diré cual es la recompensa y así podéis echar vuestras cuentas.

-¿Podemos dejar de hablar de dinero antes de empezar el trabajo? Da mala suerte- dijo Vins poniendo una caja de cartón sobre la mesa con cara de preocupación.- Tomad. Los transmisores.

En la caja había unos transmisores negros y algo antiguos. Tenían una pequeña antena que sobresalía por la parte superior derecha y un botón cuadrado y rojo en el lado izquierdo, que supuse que era para activar o desactivar la conexión por voz. Tenía una pequeña pantalla que mostraba unos números, los cuales parecían ser la frecuencia, y algunos botones para cambiarla. Por lo demás no parecían muy avanzados.

Phil cogió uno con una marca azul en el lado derecho y Rel otro que tenía una cinta verde alrededor de la  antena. Vins cogió uno que tenía la antena más larga y algunos botones más y nos dio los que quedaban.

El de Brand tenía el cristal de la pantalla roto, aunque se podía distinguir difícilmente lo que ponía en ella. Pero el mío no estaba mucho mejor. Casi la mitad del transmisor estaba envuelta en cinta aislante.

Lo agité y sonó como si algo estuviera suelto dentro. Tranquilamente le quité la cinta aislante, saqué un pequeño destornillador de mi cinto para herramientas y le quité los tres tornillos que tenía. Después de quitarle la carcasa rota, vi un conjunto de cables enredados entre sí, una par de placas un poco deterioradas unidas por un fino alambre y hasta un chicle. En unos segundes conseguí extraer un pequeño chip de una de las placas y deje a un lado el resto del aparato. Acto seguido me quité mis preciados auriculares. Le quité la carcasa a mi auricular derecho, introduje el chip en una ranura y una pequeña luz azul se encendió. Comprobé que los auriculares estaban conectados al pequeño ordenador de mi antebrazo, sintonicé la frecuencia, le puse la carcasa al auricular y volví a ponérmelos alrededor del cuello.

Cuando levante la vista, todos me miraban boquiabiertos, todos menos Brand. Yo me sonrojé y comencé a sonreír. Para mí, lo que acababa de hacer me parecía algo muy simple.

-¿Cómo demonios has hecho eso, chico?- preguntó Vins aún boquiabierto.

-No es muy difícil. Solo he hecho que me pueda comunicar con vosotros por mis auriculares- dije tranquilamente. Al ver que seguían sin comprender, decidí explicárselo.- Estos transmisores tienen un chip que es lo que los hace funcionar. Si la frecuencia que usamos fuera una línea privada y segura, lo cual no creo, me haría falta este chip ya que contendría los datos y claves de seguridad de la frecuencia. Pero si usamos una frecuencia estándar, cualquier chip de este modelo serviría. Después, solo he tenido que sintonizar la frecuencia desde mi ordenador y ver si la conexión era buena. Es pan comido.

Debí de explicarlo muy rápido o es que no entendían de lo que hablaba, porque todos seguían con cara de asombro excepto Vins, que parece que entendió lo que dije.

-Eso es genial- dijo este dándome una palmadita en la espalda y mostrando su sonrisa, en la que faltaban algunos dientes.- Me vas a tener que enseñar algunas cosas.

-Bueno chicos- dijo Urmont mientras se aclaraba la garganta.- Es verdad que Tim parece no dejar de sorprendernos, pero nosotros tenemos un trabajo que hacer. Así que ya tendréis tiempo de reconocer su talento cuando hayamos cobrado. Manos a la obra.

Todos nos levantamos de la mesa y empezamos a andar hacia el este, fuera del área de descanso. Urmont, Vins y Rel hablaban sobre los detalles del trabajo. Brand y yo los seguíamos callados cuando Phil se me acercó.

-Espero que sepas usar eso igual de bien que esto- dijo mientras apuntaba con un dedo, primero a mi espada y después a mi cinto con las herramientas.- Ahora es cuando empieza la acción.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Capítulo 3

Urmont.


No sé cómo acabamos en aquel lugar. Aquel hombre no nos inspiraba ninguna confianza. Sabíamos que no podíamos hacer nada para hacernos cazarrecompensas, no en aquel momento por lo menos. Pero tampoco queríamos meternos en problemas ni en asuntos turbios el primer día que llegamos a la ciudad.

Aún así allí estábamos. En aquel sótano poco iluminado y rodeados de personas de aspecto sospechoso. Tras pensarlo un poco, aunque no lo suficiente, Brand y yo decidimos escuchar la propuesta de aquel hombre. Le seguimos por callejones, sucios y estrechos, cada vez más lejos del centro de la ciudad. Después de andar unos minutos llegamos a una calle que no tenía salida. Al final de ella había unas pequeñas escaleras que descendían y llevaban a aquel antro.

Solo tres lámparas mal repartidas iluminaban un poco y unas cuantas mesas cuadradas de madera con sillas a su alrededor estaban repartidas por la gran habitación. También había una alargada barra de madera, tras la cual estaba un alto camarero que no paraba de limpiar vasos de cristal con un trapo. Detrás del camarero había una gran estantería con algunas botellas anchas y sin etiqueta, además de vasos, casi todos iguales. En las mesas no había mucha gente y la mayoría estaban jugando a las cartas, pero un grupo se encontraba al fondo y estaban lanzando cuchillos a una diana.

Acompañamos a aquel hombre que se hacía llamar Urmont hasta una mesa que estaba más apartada de las demás, en una esquina. A nosotros se nos habían unido dos tipos más. Parecían jóvenes, no más de treinta años. Uno era más alto que el otro y ambos llevaban unos pantalones oscuros y camisas gastadas con las mangas subidas. El alto tenía el pelo muy corto y oscuro y estaba fumando un cigarrillo. El bajo tenía el pelo castaño, más largo y de forma irregular, además de llevar una barba poco cuidada.

Brand y yo nos sentamos enfrente de Urmont, y los recién llegados se colocaron cada uno a un lado. Yo empezaba a temerme lo peor. Aquel sitio no me gustó desde que entré y la zona de la ciudad menos. La gente que había dentro no me inspiraba más confianza que el lugar y se nos quedaron mirando un buen rato cuando entramos. Y lo peor es que Brand también comenzaba a sentirse incómodo y a veces miraba inquieto hacia los lados.

-Tranquilizaos chicos- nos dijo Urmont, que parece que se dio cuenta de nuestro nerviosismo.- No tenéis nada que temer. Estamos aquí para intentar ayudaros. Pero antes de nada, ¿queréis tomar algo?

Brand levanto la mano rechazando su oferta, pero yo me quedé pensando mi respuesta.

-Yo quiero un zumo de Hyl, por favor- dije lentamente.

Conseguir un zumo de esos me había costado mucho. Si no iba a contarlo, prefería tomarme mi bebido preferida una última vez. Pero a Brand no le tuvo que sentar muy bien, porque me lanzó una mirada fulminante.

-No sé si tendrán, pero por preguntar no perdemos nada- y después de decirlo le indicó a uno de sus acompañantes que se acercara.- Phil, pregunta a ver si tienen zumo de Hyl para este joven.

El hombre alto se dirigió a la barra e intercambió unas palabras con el camarero, el cual se puse a buscar debajo de la barra y sacó una pequeña botella de cristal que contenía un líquido rojizo y un pequeño vaso. Phil lo cogió y se dirigió a nuestra mesa.

-Solo le quedaban dos, has tenido suerte- me dijo mientras me ponía el botellín y el vaso delante.

-¿Seguro que tú no quieres nada?- le preguntó Urmont a Brand.

Brand volvió a rechazar su oferta y a mirarme con gesto de desaprobación. Pero yo me serví la mitad del zumo en el vaso sin remordimiento alguno. La botella tenía una capa de polvo considerable, lo que no me transmitía mucha confianza, pero cuando lo probé la primera vez comprobé que el zumo estaba en perfectas condiciones, y por supuesto seguía estando delicioso.

-Bueno, vamos a comenzar con los negocios- nos dijo Urmont y juntó las manos cruzando los dedos.- Imagino que ambos habéis venido aquí con la intención de convertiros en cazarrecompensas y que os habéis encontrado con el típico problema de edad. Ahora bien. Tú tienes pinta de tener edad suficiente como para entrar en el cuerpo. ¿Cuántos años tienes?

Obviamente la pregunta era para Brand. Siempre ha parecido mayor de lo que era, y su semblante serio le añadía un año o dos.

-Tengo diecisiete- se limitó a decir.

-¿Sólo diecisiete? Pareces tener diecinueve como mínimo.- dijo sorprendido.- Pero aún así, podrías haberte apuntado en la lista de ayudantes. Aunque eso significaría dejar a tu amigo solo, y no creo que quieras hacer eso. Y tú, no te lo tomes a mal chico, pero no debes de tener ni dieciséis. De lo contrario ya habríais entrado como ayudantes.

-Tiene razón. Tengo quince años- dije mientras me servía el resto del zumo en el vaso.

-Por eso os quiero proponer una solución. Tú pareces un chico fuerte y posiblemente te sepas defender bien. Nos vendría bien alguien como tú- le dijo a Brand mientras se colocaba bien las gafas de sol, y luego me miró a mí.- Y tú puedes venir con nosotros. Siempre podrás ayudarnos en labores pequeñas. Tendríais comida y un sitio seguro donde dormir. Incluso tú recibirías algo de dinero, mientras seas de ayuda. ¿Cómo has dicho que te llamabas?

-Brand, pero no recuerdo haberlo dicho- dijo rápidamente, pero después relajó su expresión.

-Y yo me llamo Tim- dije al ver que Brand ya se había presentado.

-Muy bien- dijo mientras asentía y después me miró.- ¿Y sabes cocinar? ¿Coser? ¿Lavar? Es por si puedes sernos útil.

-Yo soy mecánico- dije un poco ofendido.- Puedo arreglar casi cualquier cosa.

El acompañante más bajo comenzó a reírse pero Urmont lo paró de un codazo.

-Rel, no vuelvas a reírte de lo que dice alguien con el que estoy hablando- le dijo muy serio.- ¿Sigue Vins con el todoterreno?

-Sí, parece que se le está resistiendo.- le contestó Rel un poco avergonzado.

-Muy bien- dijo Urmont pensativo.- Creo que nos vas a demostrar a todos de lo que eres capaz, joven Tim.

Y diciendo esto se levantó y se dirigió a la barra. Yo me acabé el zumo rápidamente y también me levanté. Brand me cogió del brazo y me acercó a él.

-Ten cuidado con lo que haces. Intenta no meternos en ningún lío. No me fío nada de esos.

Yo tampoco me fiaba, pero nos ofrecían comida, un sitio donde quedarnos y algo de dinero. Me limité a asentir y los dos seguimos a Urmont y el resto. Nos llevaron a una explanada a las afueras de la zona residencial donde había varios vehículos aparcados. En un sitio apartado había un coche bastante grande y gris. Unas piernas sobresalían debajo del vehículo.

-¡Ey, Vins! ¿Sigue sin arrancar este cacharro?

De debajo del todoterreno salió un hombre más joven que lo otros dos y más bajo también, podría ser un poco más alto que yo, pero no mucho. Era rubio y tenía la cara manchada de grasa. Llevaba un mono de trabajo negro de tirantes y el izquierdo estaba roto. El mono estaba igual de manchado que su cara, y sus zapatos marrones estaban muy gastados.

-Sigue sin funcionar, jefe. Y eso que lo he tratado con cariño- dijo el joven sonriendo, lo cual me permitió ver que le faltaban un par de dientes.

-Mejor. Así nuestro joven mecánico podrá mostrarnos si de verdad puede arreglar cualquier cosa- dijo Urmont y acto seguido me indicó que me acercara al coche.

-¿Qué problema hay?- pregunté mientras me acercaba al vehículo.

-Legamos a la ciudad hace tres días. Ayer pretendíamos marcharnos, pero no arrancaba- respondió Vins.- Revisé el motor y no vi nada extraño, ahora estaba mirando si perdía combustible. Pero no he encontrado nada, y el depósito está prácticamente lleno.

Decidí revisar el motor antes de tener que tirarme al suelo y echarle un vistazo por debajo. Abrí el capó y comencé a examinar todo. Primero comprobé que en el motor no hubiera ninguna avería ni tuviera alguna pieza suelta. Después de un minuto llegué a la conclusión de que el motor estaba en perfectas condiciones, a pesar de que fuese bastante antiguo. Empecé a revisar piezas sueltas pero todas parecían estar bien. Entonces vi que unos cables que salían de debajo del motor estaban enredados con otros de la batería. Algunos estaban pelados y esto impedía que la batería hiciera buen contacto, y por lo tanto el motor no funcionaba. Una avería poco común si se cuida bien el vehículo pero fácil de arreglar. Saqué un rollo de cinta aislante de uno de los bolsillos de mi pantalón y, después de desenredar los cables, cubrí la parte rota con la cinta.

-Parece que era un problema con la batería- dije después de cerrar el capó.- Probad ahora.

Vins giró la llave, la batería se activó y el motor comenzó empezó a funcionar haciendo un ruido horrible. Parece que funcionaba gracias al arreglo que hice, aunque ese motor no iba a durar mucho.

-¿Habéis visto eso? ¡No ha tardado ni cinco minutos!- exclamó Urmont mientras aplaudía lentamente.- Hijo, eres mejor de lo que pensaba. Ambos podéis quedaros con nosotros, siempre que estéis de acuerdo.

En ese momento le lancé una mirada de preocupación a Brand, pero él me devolvió una mirada tranquilizadora y acto seguido se aclaró la garganta.

-Nos quedamos con vosotros con una condición- comenzó a decir Brand mientras levantaba la mano derecha con el dedo índice extendido.- Podemos decidir volver aquí para hacernos oficialmente ayudante en cuanto Tim cumpla los dieciséis, es decir, dentro de seis meses. Si no nos sale bien siempre podremos volver con vosotros, si así lo queréis.

-Seis meses no es mucho. Sabéis que tendréis que trabajar duro para que me salga rentable este trato, ¿no?- nos dijo Urmont pensativo.- Aún así, es una condición justa, la acepto.

Después de decir esto, Brand y yo asentimos y Urmont nos estrechó la mano a los dos. A partir de ese día, podría decirse que trabajábamos, aunque de forma ilegal, para Urmont. Para un cazarrecompensas.


Brand ya sabía por aquel entonces que aquel hombre iba a sacar provecho de aquella situación. Ya sabía que iba a explotarnos todo lo que pudiera y más. Pero era lo único que podíamos hacer, no podíamos esperar seis meses por la ciudad mendigando o buscándonos la vida en los suburbios. Además, era nuestra oportunidad de ver mundo y ganar algo de experiencia. Aún así, lo que más temía es que, llegada la hora, no nos dejaran marchar.

domingo, 30 de junio de 2013

Capítulo 2

Lanins, la Ciudad de la Justicia.



Después de dejar Alhenrir, Brand y yo decidimos que la mejor idea sería andar lo máximo posible por el arcén de la carretera que llevaba al norte hasta que tuviésemos que tomar un camino más directo hacia Lanins.

Íbamos a buen paso y decidimos que no pararíamos a dormir más de cuatro horas, por lo que sólo nos detuvimos para descansar algunas veces, otras para asegurarnos que no nos habíamos equivocado de camino y muy entrada la noche para dormir un poco alejados de la carretera. Brand no lo quería reconocer, pero tenía tantas ganas de llegar a la ciudad y convertirse en cazarrecompensas como yo.

Ya habían pasado dos horas desde que amaneció cuando paró al lado una gran camioneta gris claro. El vehículo estaba en bastante mal estado pero el conductor, de unos cincuenta años de edad, pelo canoso y piel bronceada, seguramente por trabajar horas y horas a pleno sol, tenía una amplia sonrisa en el rostro y se ofreció a llevarnos. Al parecer tenía que ir a una pequeña ciudad en el norte, cercana a la frontera con el noreste. Nos acercó por la carretera hasta la altura en la que comenzaba el camino hacia Lanins. Nos dijo que sentía no poder acercarnos hasta la ciudad pero que tenía un asunto urgente que atender, aunque supuse que tampoco tendría suficiente combustible.

Después de andar un rato comenzó a anochecer, por lo que decidimos pasar la noche un poco alejados del camino ya que estábamos bastante cansados. Después de tomar algo de lo que llevábamos, nos quedamos dormidos sin mediar palabra.

Nos despertamos con las primeras luces del día. Tras andar dos horas, nos dimos cuenta de que no llegaríamos a Lanins para esa noche, por lo que tuvimos que pararnos y buscar un buen sitio donde poder pasar la noche. Pero los mejores o estaban demasiado lejos de la ciudad y desperdiciaríamos muchas horas, o estaban demasiado cerca de ella como para llegar antes de que anocheciese al paso que íbamos.

Así que no nos quedaba otra alternativa. Teníamos que pasar la noche en el bosque llamado Edhrierlym. Sí, ya sé lo que debéis de estar pensando. Que debíamos de estar locos como para querer acampar cerca de ese bosque, y aún más para acampar dentro de él. Pero no lo estábamos. Solo éramos dos jóvenes ansiosos por cumplir nuestro sueño. Y por eso no íbamos a dejar que unas historias nos impidiesen alcanzarlo.

Aún así no éramos idiotas. Sabíamos que había que tener cuidado al estar cerca de ese bosque. Y nuestra idea era acampar entre los primeros árboles, a un lado del camino. Como acababa de pasar el invierno, necesitábamos protegernos del gélido viento de la noche. Esa es la razón por la que acampamos bajo los árboles, y no al otro lado del camino.

No paramos mucho, solo un par de veces desde que entramos en el camino. Brand se enfadó conmigo porque no llevé suficientes provisiones. Solo me quedaba algo de pan y carne y un par de botellines de zumo de bayas de Hyl. Ya sabéis, esa planta de hojas alargadas y verdes  que solo crecen en las montañas nevadas del noreste. El zumo que se hace con sus frutos, pequeños y rojos, es muy dulce y refrescante, además de ser mi preferido. Pero aún así me sobró suficiente para poder cenar bien esa noche, aunque Brand no me dirigió la palabra en un rato.

Ya entrada la tarde comenzamos a ver que el camino giraba y se acercaba al bosque y cuando empezó a anochecer ya teníamos a nuestra izquierda esos gigantescos árboles. A simple vista no parecían tan aterradores como los describían en las historias, pero al mirar más allá de los primeros árboles veías una profundidad sobrecogedora. A cualquier sitio que mirases siempre veías árboles de diferentes tamaños. Y detrás de ellos sólo había oscuridad. Por muy buena vista que tuvieras o lo mucho que alumbrases, no podías ver qué había después. La única forma de averiguarlo era adentrándose en el bosque, lo cual no era aconsejable.

Apenas nos quedaban unos minutos de luz cuando vimos a alguien echado sobre un árbol. Tenía vendas por el cuerpo y parecía estar cubierto de sangre. Iba a dirigirme hacia él cuando Band me agarró por el brazo.

-Ni se te ocurra acercarte a él- me dijo muy serio.- Lo mejor será que pasemos de largo.

-¿Por qué? Lo más seguro es que esté herido y necesite ayuda- le contesté preocupado.- No creo que sea ningún bandido.

Entonces hice un movimiento rápido con el brazo para que Brand me soltase y me dirigí a donde se encontraba aquella persona.

Cuando me acerqué lo suficiente a él pude ver que sostenía una espada en la mano derecha, agarrada al revés. Era una espada bastante grande y la hoja, que tenía una forma curva y se estrechaba por el centro, estaba completamente cubierta por vendas, exceptuando la punta. Estas vendas pasaban de la hoja al mango, del mango pasaban a su mano y de ahí al resto del brazo. Por extraño que parezca, tenía la espada sujeta a su brazo por las vendas, como si temiese a que se la arrebataran.

Me acerqué a él con cuidado y nuestros ojos se cruzaron. Tenía el pelo oscuro, un poco largo y desaliñado y le caía sobre la cara. Llevaba una chaqueta negra raída, sin la manga derecha y abierta sin nada más debajo y unos pantalones oscuros metidos en unas botas altas y también oscuras.

-Oye, ¿estás bien?- dije con un tono de preocupación en mi voz, aunque la respuesta era obvia.

-Sí- me respondió con un hilo de voz y comenzó a cerrar los ojos.

-¡No te duermas!- le grité con ansiedad.- Venga, tienes que aguantar. ¿Cuál es tu nombre? ¿Cuántos años tienes? ¿De dónde vienes? ¿Qué te ha pasado?

Entonces volvió a abrir los ojos y me miró. Aunque apenas había luz, pude ver que su ojo derecho era oscuro, marrón quizás. Pero su ojo izquierdo era azul, un azul claro como el agua de un río. Tenía la parte superior izquierda de la cara, desde debajo del ojo hasta la frente, manchada de algo que deduje que era sangre. No me pude fijar en mucho más porque empezó a ponerse en pie, ayudándose de su espada.

-Tengo diecisiete años- me dijo esbozando una sonrisa.- Del resto de preguntas no me he enterado bien, demasiado rápido para mí. ¿Quiénes sois?

-Me llamo Tim- dije mientras me giraba para buscar a mi compañero.- Y él es Brandom. Brand para los a...

-¡Ya basta, Tim!- me ordenó y le dirigió una mirada severa al desconocido.- Creo que eres tú el que debes responder ¿Qué hacías aquí tirado? ¿Quién eres? ¿Qué te ha pasado?

-Otra vez- dijo suspirando.- ¿Por qué me hacéis tantas preguntas seguidas?

El desconocido sonrió y yo le devolví una sonrisa. Pero el rostro de Brand seguía igual de serio y sus ojos solo decían una cosa: contesta.

-Está bien. Os responderé a algunas preguntas ya que habéis tenido el detalle de pararos a ver cómo se encontraba un desconocido que estaba a un lado del camino con un aspecto lamentable, además de ir armado- dijo sonriendo, pero luego hizo una mueca de dolor.- Bueno, respondiendo a tu primera pregunta, estaba descansando al borde del camino, disfrutando de la tranquilidad de la noche.

-Déjate de bromas- le dijo Brand.- Por si no te das cuentas estamos intentando ayudarte. No sé si te has visto, pero tienes un aspecto lamentable. Así que respóndenos sinceramente.

Parece ser que el tono con el que se lo dijo Brand convenció a aquel chaval, pues dejó de sonreír y miró al suelo.

-Vengo del interior del bosque. Tenía pensado ir a buscar ayuda cuando saliese, pero llegar hasta aquí me ha tomado más tiempo del que pensé. Y cómo ya estaba agotado y las heridas empezaban a molestarme, más de la cuenta, decidí descansar un rato. Quizás toda la noche.

-¿Esas heridas te las han hecho las bestias del bosque?- pregunté sin dejar de mirarle de arriba abajo.

Me fijé en que tenía el torso cubierto también de sangre y tres heridas visibles y recientes. Dos en el pecho y una en el costado derecho.

-No, estas heridas son de un combate que he tenido. Pero mucho más al norte- dijo lentamente e hizo una pausa, como si estuviese buscando las palabras.- Me las hice luchando contra un dragón.

Brand y yo tardamos un par de segundos en reaccionar. Ambos abrimos mucho los ojos y retrocedimos.

-¡¿Qué?!- grité en alto.- ¿Has dicho dragón? Eso es imposible.

Aunque había multitud de especies extrañas o mutadas debido a la radiación, todo el mundo sabía que los dragones no existían, que sólo eran bestias que aparecían en las historias. Aún así hay quien dice que hace mucho tiempo, cuando aquellos que usaban la magia se dedicaban a vagar por el planeta erradicando el mal, cuando las tierras estaban divididas en más de quince reinos e imperios y la guerra desolaba el planeta. En esa época, los dragones existían. Eran bestias inteligentes, algunos más que otros, claro. Unos vivían en paz lejos de la civilización mientras otros se dedicaban a sembrar el caos y la destrucción en las tierras de los humanos. Hasta que estos comenzaron a combatirlos. Pero con el tiempo esas historias se han convertido en cuentos para niños. Si es que no fueron eso desde el principio. No hay registros de ningún dragón en los últimos mil años, o incluso de años anteriores.

-No es imposible, era real- dijo desviando la mirada.- Pero sabía que no me ibais a creer.

-Es que no hay quien crea esa tontería- dijo seriamente Brand.

Al chaval pareció afectarle ese comentario y se volvió a sentar en el suelo, mirando hacia abajo.

-Ya os podéis marchar- nos dijo con la voz tan baja que parecía que hablaba consigo mismo.- Si no aceptáis mi historia, no quiero vuestra. Ya podéis marcharos.

Brand se encogió de hombros y, dándose la vuelta, siguió andando por el camino. Cuando se dio cuenta de que no le seguía se paró, me miró e hizo una mueca de desaprobación.

Yo estaba ayudando al chaval herido a levantarse. Entonces Brand masculló algo en voz baja y se acercó a nosotros. Pasó el brazo izquierdo del desconocido por encima de su cuello y sujetó su muñeca con su mano izquierda.

-Me da igual si te atacaron unos bandidos o unos lobos- replicó Brand.- O si de verdad piensas que eso te lo ha hecho un dragón. Pero por favor, vamos a movernos de aquí.

El chaval le sonrió pero Brand solo hizo un ademán con la cabeza. Después me miró a mí y yo le sonreí abiertamente. En el fondo estaba agradecido de que le ayudásemos, por muy mal que hubiésemos reaccionado a su historia.

-Y, ¿era grande el dragón?- le pregunté al rato de empezar a andar.

-Bastante grande, más grande que ninguna criatura que yo haya visto jamás- me respondió con una sonrisa.- Pero no pudo contra mí.

-¿Y podía volar? ¿Escupía fuego? ¿De qué color era? ¿Podía hablar?

-De nuevo demasiadas preguntas- nada más decirlo Brand soltó una risita.- Tranquilo, intentaré responder a todas.

Pero entonces oímos un ruido en el camino y varias siluetas aparecieron delante de nosotros. Nos paramos en cuando los vimos. Me pareció contar cuatro en total. Y, sinceramente, no creo que se hubiesen perdido ni nada por el estilo.

-¡Eh, vosotros!- exclamó una de las personas.- ¿Qué hacéis por aquí? ¿No sabéis que este camino nos pertenece?

Los otros empezaron a reírse y pude comprobar que todos eran hombres.

El chaval herido se apoyó en su espada hundiendo la punta en la tierra y retiró su brazo del cuello de Brand.

-No recuerdo haber visto ningún nombre ni ningún cartel- dijo mientras nos hacía señas para que le dejásemos a él hablar.

-Vaya, pero si tenemos a un gracioso- dijo la misma voz que había hablado antes, y le volvieron a acompañar las risas de sus compañeros.- A ver si te ríes tanto cuando te partamos esa cara de gracioso.

Entonces les hizo unas señas a los otros y dos de ellos comenzaron a avanzar hacia nosotros. Brand se puso a la defensiva y yo agarré con fuerza el mango de mi espada pero la mantuve envainada. Pero nuestro “mata dragones” dio un paso al frente y estiró su brazo izquierdo poniéndolo delante de Brand, indicándole que se calmara. Apoyándose en su espada vendada se enderezó. Era un poco más alto que yo, pero no podía competir con los cerca de dos metros de Brand.

Entonces desclavó su espada del suelo y tiró de un cabo de la venda deshaciendo así el nudo que había en la punta. Sin pensárselo dos veces se lanzó corriendo hacia los bandidos mientras la venda se soltaba mostrando la hoja de la espada.

Todo ocurrió muy deprisa. Pero pude observar como aquel chaval, cuando estuvo cerca del primer bandido, comenzó a girar sobre sí mismo a la vez que avanzaba. Un segundo más tarde ya estaba al otro lado del grupo de bandidos y no había bajado su espada aún cuando los bandidos fueron cayendo uno a uno al suelo. Y entonces comenzó a tambalearse hasta que se derrumbó.

Entre Brand y yo le llevamos a un sitio más seguro y lejos de donde nos asaltaron, no sin antes andar durante una media hora. Al final nos paramos entre unos árboles y decidimos montar ahí nuestro básico campamento. Brand y yo tomamos algo para cenar, y aquel chaval seguía dormido.

A mitad de la noche Brand se despertó por un ruido. Era el desconocido que estaba rebuscando en nuestras cosas.

-Sabía que no debíamos fiarnos de ti- dijo Brand cuando le vio.- Eres igual que esos de antes.

El chaval se giró rápidamente con los ojos desencajados y se llevo el dedo índice de su mano izquierda a los labios indicándole a Brand que bajase la voz.

-No es lo que piensas- le dijo en voz baja mientras le daba un trozo de papel.- Solo quería dejaros un mensaje antes de irme. Como no tenía nada pensé que a lo mejor vosotros tendríais. Pero no os he quitado nada.

Brand se quedó callado mientras leía la nota. Cuando acabó de leerla la dobló y se la guardó.

-¿No llevas nada encima?- le preguntó Brand.- ¿Comida? ¿Dinero?

-No tengo provisiones ni medicinas- le susurró el chaval.- Pero tengo algo de dinero.

Y cuando dijo eso golpeó el bolsillo izquierdo de su pantalón haciendo sonar unas monedas. Brand hizo una mueca de desaprobación y sin mediar palabra se dirigió a su mochila y comenzó a rebuscar.

-¿No puedes esperar a que amanezca?- dije cuando estaba lo suficientemente cerca de ellos.

Por su reacción, no debieron de darse cuenta de que estaba allí hasta que hablé. La verdad es que escuché toda la conversación. Y, sinceramente, no tenía ganas de que se fuera.

-Lo siento, Tim- dijo mientras me sonreía.- Pero quiero llegar cuanto antes a una ciudad para conseguir algo con lo que curarme las heridas.

-La ciudad más cercana está a un día a buen paso, como mínimo. Nosotros nos dirigimos a Lanins, por si cambias de opinión- le dijo Brand.- Y estando herido puede que tardes más. Vas a necesitar provisiones.

Entonces le cedió una bolsa de papel, que supongo que contenía unas provisiones para un día. Brand siempre había sido muy previsor, supongo que tendría más como esa.

-No te preocupes- dijo el chaval rechazando su oferta.- Pero pienso ir campo a través. Me dirijo a una ciudad al este. Creo que se llama Toxu o algo así.

-Tolsum- le corregí.- Sé cual es. Dicen que está llena de mercaderes que buscan protección. A lo mejor puedes ganarte unas monedas.

-Eso había pensado- dijo distraído.- Pero bueno, lo primero es recuperarme.

Brand le tendió la bolsa de papel y él acabó cogiéndola y dándole las gracias. Empezó a alejarse saludándonos con la mano. Entonces me acordé de una cosa. Fui corriendo a mi macuto y saqué uno de los botellines de zumo de bayas de Hyl, el que me quedaba. Fui corriendo hasta donde estaba el chaval y le di mi zumo.

-Es zumo de Hyl- le dije con una sonrisa en la cara.- Es el mejor, para mi gusto. Aunque es una pena, ya que frío es como más bueno está.

Él acabó cogiéndolo, me dio las gracias y siguió su camino. Yo me quedé un rato plantado mirando como se alejaba, hasta que Brand se me acercó y me hizo una señal para que siguiésemos con nuestro viaje.

Como ninguno de los dos podíamos dormir, decidimos que lo mejor sería que continuásemos andando por la noche. De esa forma llegaríamos antes a Lanins. Pero aún así se notaba que estábamos cansados, por lo que a un par de horas de que amaneciese decidimos parar y descansar un rato. Para entonces ya habíamos dejado atrás el camino del bosque y acampamos al raso. Nos despertamos con las primeras luces del alba, tomamos algo y seguimos nuestro camino.

Era ya por la tarde cuando llegamos a la ciudad. Atravesamos los suburbios y las zonas industriales y finalmente entramos a la parte urbana de la ciudad. Los edificios eran mucho más altos de los que yo había visto nunca y a lo lejos se divisaban alguno todavía mayores.

Seguimos avanzando por las calles siguiendo las indicaciones que venían en el mapa de mi pequeño ordenador. Tras cincuenta y cinco minutos de andar por aquellas tortuosas calles, por fin encontramos las oficinas del Cuerpo de Cazarrecompensas. Las Oficinas Mayores, claro. En toda ciudad que se prestase había una oficina para los cazarrecompensas. Un lugar donde poder cobrar las recompensas, buscar nuevos trabajos o enterarte de las últimas noticias. Aquellas eran un edificio alto pero no enorme. La fachada era blanca y tenía un letrero de letras rojas que rezaba: “Cuerpo de Cazarrecompensas”.

Cuando íbamos a entrar salió, entre otras personas, un hombre alto de pelo negro y con gafas de sol. Cuando pasó al lado nuestra, nuestras miradas se cruzaron un segundo. Yo seguí mirándole pero él siguió andando. Lo que más me llamó su atención no fue su gabardina plateada, sino el gran libro que llevaba a la espalda y que estaba sujeto a una correa que llevaba cruzada, de izquierda a derecha. Apenas pude fijarme en mucho más porque Brand y yo ya estábamos entrando por la puerta y él se alejaba.

Al entrar nos informamos y esperamos largo rato en colas inmensas para que luego nos mandasen a otras. Finalmente nos atendió una señorita que estaba más preocupada en cómo le caía el pelo por los lados que en atendernos. Nos pidió nuestras identificaciones. En aquel entonces las nuestras eran unas placas de metal con nuestro nombre y apellidos, no en mi caso, así como nuestra fecha de nacimiento y grupo sanguíneo. También tenía nuestro número de serie, ocho dígitos y un símbolo, que indicaba en qué ciudad te la hiciste. Ben me hizo mi identificación poco después de que nos conociésemos. El material del que estaba hecha también decía mucho de tu pasado o tu estatus social. Las nuestras indicaban que nos las habíamos hecho en los suburbios, aunque la ropa que llevábamos tampoco es que lo negase.

Pero nuestros problemas comenzaron después. Cuando nos mandaron, por tercera vez, a otra planta. Un señor trajeado nos atendió en una pequeña sala. Aunque nos recibió con una sonrisa, ni se terció en ofrecernos asiento.

-Creo que tenemos unos problemas con sus datos- nos dijo cuando entramos por la puerta.- Me temo que no tienen edad suficiente para ingresar como cazarrecompensas.

Aunque sólo dijo eso, yo sabía que lo que realmente quería decir era “tampoco tienen dinero suficiente”. Pero no quería montar un numerito en las oficinas del Cuerpo de Cazarrecompensas.

Aquel hombre siguió hablando y nos hizo un ademán para que nos sentáramos.

-Tú tienes edad suficiente para ser ayudante de algún cazarrecompensas- dijo dirigiéndose a Brand y después me miró a mí.- Pero tú, chaval, eres demasiado joven para que podamos añadirte a las listas de ayudantes. Lo siento mucho, pero necesitas tener dieciséis años. Deberás esperar

Cuando escuché eso, bajé la mirada. En mi mente sólo resonaban las últimas palabras que me había dicho. ¿Debería esperar? Después de llevar casi toda mi vida soñando con llegar allí. Después de años de trabajo en los suburbios. Después de planear el viaje y de pasar una noche cerca del bosque de Edhrierlym. ¿Después de todo lo que había pasado me dicen que debería esperar? Aún así me contuve y no dije nada.

El hombre le dijo a Brand todo lo que tenía que hacer para apuntarse como ayudante y después de eso nos despidió y salimos de la pequeña habitación. Tras caminar unos minutos por largos pasillos y bajar interminables escaleras, llegamos a la primera planta, la cual seguía llena de gente que iban y venían.

Yo comencé a ir hacia la cola para apuntarse a ayudante. Aunque estuviese malhumorado, no iba a largarme de ahí y dejar a Brand solo. Pero apenas había dado un par de pasos cuando me di cuenta de que Brand no venía conmigo. Iba en dirección a la puerta, y cuando se dio cuenta de que no estaba a su lado también se giró.

-¿A dónde vas?- le pregunté extrañado.

-Ya has oído- me dijo apuntando con la cabeza a las escaleras.- No podemos hacernos cazarrecompensas. Habrá que buscar algo que hacer hasta que podamos.

Por un momento se me pasó por la cabeza la idea de protestar pero no lo hice. Fui hasta donde estaba Brand y los dos empezamos a andar hacia la puerta. Pero cuando íbamos a salir, un hombre que estaba apoyado en la pared cerca de la puerta nos habló. Tendría poco más de cuarenta años y era de mediana estatura. Tenía el pelo negro, grasiento, con algunas entradas, echado hacia atrás y más corto por los lados. Llevaba unas gafas de sol de grandes cristales y una de las patillas estaba arreglada con cinta aislante. Tenía una cara hinchada y daba la impresión de que llevaba varios días sin afeitarse. Su camisa blanca tenía varias manchas oscuras, posiblemente de café, y sobre ella una chaqueta corta marrón. Sus pantalones también eran marrones y muy holgados, aunque una parte quedaba oculta por su gran barriga. Sus zapatos asomaban debajo de los pantalones y eran oscuros.

-¡Ey!, chicos. Parece que tenéis problemas- nos dijo con una sonrisa pícara en el rostro mientras se quitaba las gafas.- Pero, ¿dónde están mis modales? Mi nombre es Urmont, y creo que sé cómo ayudaros. Encantado de conoceros

jueves, 6 de junio de 2013

Capítulo 1

Otro chaval de los suburbios 

Alhenrir era la capital del Nuevo reino de Varhlem. Era una gran ciudad que se encontraba en mitad del reino y desde donde se conectaban todas las ciudades. Alhenrir era una de las muchas ciudades del norte que habían sobrevivido a la gran explosión de la Tercera Guerra Prohibida. Como casi todas las ciudades que fueron protegidas por un escudo, la ciudad estaba dividida en dos y tenía una estructura circular. En el centro de la ciudad se encontraban los barrios adinerados y más alejados los de menos estatus económico. Después de estos barrios venían las industrias y todas las fábricas. La zona industrial acababa donde una vez estuvieron los escudos, que ahora solo son chatarra amontonada o una pequeña barrera de metal inservible en el mejor de los casos. Otras ciudades crecieron mucho y la zona industrial iba más allá de los antiguos escudos.

Pero las fábricas de Alhenrir, aunque fuese una gran ciudad, no pasaban del pequeño muro creado por los restos de escudos. Como en todas las ciudades, tras las fábricas y el muro de chatarra, se encontraban los suburbios.

Los suburbios eran grandes extensiones de tierra que rodeaban a la ciudad y muchas veces no eran considerados parte de ella. La parte más cercana estaba llena de desechos de las fábricas: trozos de metal y piezas sueltas de maquinarias que convertían esta zona en un vertedero en toda regla. Si tenías suerte encontrabas algún objeto que habría arrojado algún ricachón y que estuviese casi nuevo, pero la mayor parte de los materiales que se encontraban allí resultaban inservibles o eran utilizados por los habitantes de allí. En algunas ciudades, estos deshechos se llevaban al otro lado de los suburbios, para que no estuviesen tan cerca de la ciudad. Un poco más alejado de las industrias comenzaban a aparecer las primeras chozas o viviendas, si se podían llamar así, en donde se instalaban los vagabundos, aquellas personas a las que no le había sonreído la fortuna o a los que los bandidos les habían arrebatado todo, como a mí. Vivían alejados para no exponerse a los residuos expulsados por las fábricas, aunque la gente creyese que era por no acercarse a los habitantes de los otros barrios.

Algunos suburbios estaban mejor estructurados que otros. Unos estaban divididos en pequeños barrios. Otros tenían separadas las zonas dependiendo del tipo de chatarra que se acumulase allí. Pero los de Alhenrir superaban con creces al resto de las ciudades. Después de las montañas de deshechos que se acumulaban detrás del pequeño muro, se extendía otra ciudad. Había calles con viviendas a ambos lados, así como pequeños comercios. Las más comunes eran aquellas donde se intercambiaba de todo, desde comida hasta ropa o incluso un trozo de metal que podías usar para defenderte. Pero luego había una zona donde lo único que había eran tiendas. Allí se compraban las cosas, con dinero de verdad. De donde procedía ese dinero no importaba mientras tuvieses suficiente para pagar lo que te llevabas. También había varios talleres, donde le daban forma a la chatarra que obtenían.

Nuestra historia comienza en esta ciudad. En los suburbios de esta ciudad, para ser exactos. En una de las zonas más  concurridas de los suburbios, en el mercado.

-¡Eh chaval! ¡Vuelve aquí ahora mismo, ladrón!

De una de las tiendas sale rápidamente un chico de quince años. Llevaba una chaqueta abierta de cuero naranja y muy gastada que le quedaba demasiado grande. Casi le llegaba por las rodillas y, a pesar de tener las magas subidas, las costuras de los hombros le caían por el brazo. Debajo de la chaqueta tenía una camiseta blanca con varias manchas de grasa. Sus pantalones eran grises, con varios bolsillos y los bajos estaban metidos en unas altas botas de cuero marrón oscuro que tenían las punteras metálicas. Llevaba unos guantes de cuero, también marrón, que pasada la muñeca se abrían un poco. Sobre la cabeza, unos grandes auriculares redondos, verdes y negros desentonaban con el resto de su atuendo. Parecían demasiado buenos en comparación con la ropa tan gastada que llevaba. Tenía el pelo castaño, un poco largo y descuidado. Sus ojos eran pardos oscuros y de su cara no se borraba una sonrisa.

Después de salir de la tienda con las manos apretando algo contra su pecho, comenzó a perderse entre la multitud y entrar por callejones estrechos. En cinco minutos estaba jadeando ante la puerta de un taller.

Apenas había recuperado el aliento cuando un hombre de unos treinta años, alto, rubio y con un mono de trabajo apareció por la puerta del taller.

-¿Lo conseguiste?- le dijo al chaval sonriendo.- Tim.

Sí, ese chaval con la ropa destrozada que acababa de robar en una tienda era yo. Y sí, vivía en los suburbios de Alhenrir. Me ganaba la vida como mecánico y me encantaba, además de tener asegurado un plato de comida cada día. En los dos primeros años que estuve en los suburbios aprendí más sobre el funcionamiento de máquinas y cómo arreglarlas que lo que pueden llegar a saber cualquiera de los mejores mecánicos del continente. Y, aunque esté mal decirlo, tenía un don para las máquinas. Podía saber cuál era la avería con observarla unos minutos o tener el aparato averiado en mis manos. La gente de los talleres me tenía como un genio, aunque mi fama no pasaba de esa zona de los suburbios.

-Tengo el conector- dije levantando un objeto envuelto en un trapo.- Creo que no voy a acercarme por esa zona en una temporada.

El hombre me sonrió y poniendo una mano sobre mi cabeza me frotó el pelo. Yo di un salto hacia atrás de manera instintiva.

-Sabes que odio que me hagan eso- le reproché.- Ahora debo acabar de arreglar el motor o no podré correr.

Entré en el taller y me dirigí hacia el fondo a arreglar mi moto, que estaba tapada por una lona.

Tenía dos ruedas, lo cual no era muy común, y estas eran muy grandes, del mismo ancho que el chasis. La parte de alante acababa en un gran foco y el cristal estaba lo suficientemente levantado para proteger al conductor. En los laterales tenía unos compartimentos donde meter las piernas. No estaba pintada y se notaba que las piezas habían sido recogidas a destiempo y de diferentes sitios. Visto de primeras te costaba creer que algo como eso se moviese siquiera. Pero lo único que le faltaba era la pieza que acababa de adquirir.

Retiré el trapo que envolvía el conector. Era un cilindro metálico que por un lado tenía una extraña clavija y del otro salían tres cables de diferentes colores. En el cilindro ponía “modelo CL-5”. No era nada del otro mundo pero era algo que escaseaba en los suburbios.

Tardé unos diez minutos en instalarlo y otros cinco en hacerlo funcionar. Tras seis meses de duro trabajo, mi moto por fin funcionaba. Bueno, teóricamente funcionaba. No podría saberlo hasta la carrera.

-¿Cómo la ves, Mark?- le pregunté al mecánico que me observaba detrás mía.

-Una maravilla, siento no tener la pintura que me pediste para la carrera.

-No importa, mientras tenga combustible- dije dándole unos golpecitos al lateral del vehículo.

-Deberías dar una vuelta, desde la última carrera no te montas en una- dijo Mark señalando con un pulgar por encima de su hombro a la puerta del taller.- Además, dicen que da mala suerte comenzar una carrera con una moto nueva.

Me quedé un rato mirándola hasta que decidí montarme. Rebusqué entre los bolsillos de mi pantalón hasta que encontré un pequeño cubo metálico que colgaba de una arandela. Introduje el cubo en un pequeño hueco en la parte de arriba y una pequeña luz azul se encendió. El motor se puso en marcha y al escucharlo rugir, un escalofrío me recorrió la espalda. Metí las piernas en los protectores y pise levemente el acelerador.

En cuestión de segundos la moto comenzó a moverse y salió por la puerta del taller. La gente y los edificios me pasaban a los lados y el aire acariciaba mi rostro. Aumenté la velocidad y salí a una zona más amplia. Mientras aumentaba la velocidad, comencé a inclinarme hacia delante. Tras dar unas vueltas a un montón de escombros decidí ir hacia la zona donde tendría lugar la carrera.

Las carreras la organizaban un grupo de personas con gran influencia en los suburbios. Por lo general no participaban más de seis personas. En mi última carrera mi vehículo quedó destrozado tras un accidente, el cual no fue culpa mía. Fue provocado.

En los suburbios existe una banda llamada “Los Corredores Infernales”. Si no conseguían destrozar el vehículo de otro corredor antes de la carrera, lo hacían durante esta. De mi última carrera solo pude salvar unas pocas piezas sueltas y una rueda.

En mi primera carrera el corredor de esta banda consiguió reventarme las ruedas, pero aún así quedé segundo. Creo que fue esto lo que consiguió que Mark se fijara en mí, eso y mi habilidad con las máquinas.

A partir de esa carrera siempre corría bajo la protección de Mark. Esto no tendría importancia si no fuese porque Mark era una de las personas con mayor fama en los suburbios. No hace falta deciros que era uno de los organizadores de las carreras.

En la carrera de ese día solo participábamos cuatro personas. Por desgracia dos de ellas pertenecían a Los Corredores Infernales. Pero yo ya había aprendido el funcionamiento de esas carreras. Sólo había una regla. Todo valía.

Llegué al lugar donde comenzaba la carrera antes de tiempo. Sólo había un corredor, el otro que no pertenecía a aquella banda de delincuentes, porque es lo que eran. Le había visto un par de veces. Llevaba la típica moto estándar con dos ruedas delanteras y una de menor tamaño atrás. Tenía un armazón que le daba protección al conductor y le obligaba a ir echado hacia delante. Sin duda le haría falta. Estaba pintada de color amarillo, demasiado intenso para mi gusto, y con varias franjas negras.

Le saludé nada más llegar y me coloqué en mi sitio. Comencé a revisar todas las cosas, por si algo podía romperse o fallar durante la carrera.

Durante mi revisión aparecieron Los Corredores Infernales. Nos dijeron algo al otro participante y a mí, pero no presté atención.

Nos avisaron que la carrera estaba a punto de comenzar y cada uno se fue a su puesto. No explicaron que solo era una vuelta. Teníamos que atravesar todo el campo de escombros, llegar a las afueras por una calle no muy amplia, dar la vuelta en una señal que se había colocado y volver por una de las calles de la zona comercial que habían despejado para la carrera. Después teníamos que llegar justo al muro que nos separaba de la zona industrial, donde habría otra señal, y volver a la línea de meta.

El circuito era fácil, había corrido circuitos peores con vehículos peores. Pero no me lo pondrían nada fácil. Las motos de los otros corredores no eran tan buenas como la mía, aunque parecieran mucho mejores.

Las motos de Los Corredores Infernales eran dos motos adornadas con pinchos y que daban la sensación de albergar cualquier tipo de trampa en su interior. La de uno tenía tres ruedas, similar al otro corredor, pero la del otro tenía cuatro ruedas muy juntas y más finas que las normales.

Conseguí ver a Mark a lo lejos y le saludé con la mano. Él me devolvió el saludo y se me quedó mirando un instante muy fijamente. Acto seguido me sonrió y asintió.

Unos focos comenzaron a iluminarse. Cuando los cinco estuviesen encendidos comenzaría la carrera. Me sudaban las manos y empezaba a inundarme una intensa sensación de calor. Ladeé la cabeza y me quité mis preciados auriculares. Los guardé en un compartimiento que había hecho especialmente para ellos. Me aseguré de que las protecciones de los laterales estuviesen bien ajustadas a mis piernas. Después de esto me puse un casco, si es que se le podía llamar así. Eran unos refuerzos que se ajustaban a mi cabeza mediante un sistema que parece más complejo de lo que era en realidad. Me protegían la parte de atrás de la cabeza, barbilla, laterales de la cara, frente y unas lentes me protegían los ojos. Todo esto era relativo, ya que si me estrellaba y caía de cara nada de eso me libraría de un final trágico.

Tres luces encendidas.

Apenas pude fijarme en los demás, pero sus cascos eran mucho mejores que el mío, por lo menos a simple vista.

Cuatro luces encendidas.

Pude ver que el corredor de la moto de tres ruedas de la dichosa banda había comenzado a toquetear cosas de su moto.

Cuando la quinta luz se iluminó todos los pensamientos y sospechas desaparecieron de mi mente. Hice un ligero movimiento con mis pies y el motor rugió. Me incliné hacia delante lo más rápido que pude y apreté el manillar con fuerza.

Mi moto salió casi al mismo tiempo que el resto, pero aún así comencé segundo. Lo único malo es que tenía delante a uno de los de Los Corredores Infernales, el de la moto de cuatro ruedas.

Empecé a alcanzarle pero consiguió entrar primero en la calle estrecha, por lo que era casi imposible que pudiese adelantarlo. Mi única oportunidad sería cuando llegásemos a la señal.

Estaba pensando miles de posibles adelantamientos cuando escuché un extraño ruido detrás de mí seguido de un fogonazo. Después de esto escuché uno golpe seco y unas piezas de chatarra volaron por encima de mi cabeza. Ya habían comenzado a hacer trampa, antes de lo normal. Eso solo significaba que querían conseguir el premio como fuese. Pero yo no se lo pensaba dejar tan fácil, yo necesitaba el premio.

Cuando estábamos a punto de salir de la calle decidí que era hora de usar uno de mis trucos. Había estado esquivando todas las cosas que estaba “dejando caer” el que llevaba delante y también las que me lanzaba el que tenía detrás. Entonces saqué un botecito y lo abrí. Unos polvos se esparcieron por el aire. Si el de detrás no llevaba protección en los ojos no podría ver hasta pasados veinte minutos. Por desgracia sí que llevaba. Aún así, esto le hizo frenar un poco.

Acto seguido lancé unos trozos de metal afilados como dientes de dririon del norte. Sí, ya sabéis. Esas bestias salvajes de pelaje grisáceo y hocico alargado, que suelen ir en grupos de diez y como te encuentres con ellos más vale que corras o acabarás mal.

El que llevaba atrás aún estaba maldiciéndome por los polvos que eché y apenas vio los pinchos. Giró en el último momento pero un par de ellos lograron clavarse en la rueda trasera y está rápidamente se quedó sin aire.

La moto empezó a dar tumbos hasta que el motorista saltó y la moto salió rodando hasta que chocó con cualquier cosa y empezó a arder. Para entonces yo ya había girado en la señal y comenzaba a acercarme al primero. Más adelante la calle empezaría a estrecharse, por lo que no tenía mucho tiempo.

El otro corredor comenzó a lanzar todos sus trucos, pero los esquivaba sin problemas. Pero entonces sacó un arma de descargas. Por supuesto que no estaban permitidas, pero en esa zona no había vigilancia. Si una descarga de las que lanzaba alcanzaba mi moto freiría los fusibles y no podría acabar la carrera. Comencé a acercarme pero manteniendo una distancia considerable. Entonces pulsé un par de botones y un arpón salió de la parte frontal de mi moto y se clavó en la moto que tenía delante. Comencé a frenar y acelerar hasta que el otro corredor tuvo que dejar su arma y estabilizar su moto.

Pulsé otro botón. La cuerda que salía de mi moto se soltó. Aceleré y adelanté al otro motorista. Atravesé la calle del mercado a gran velocidad y llegué a la otra señal. Giré y pude ver que la otra moto comenzaba a acercarse. Decidí no pensar demasiado y acelerar hasta que cruzase la línea de meta. Pero cuando estaba a punto de llegar una descarga me pasó rozando. Conseguí esquivar otra pero tenía que recuperar el equilibrio. Y entonces me alcanzó una tercera.

Me dio en la parte trasera de la moto, consiguió destrozar la rueda y mi moto comenzó a elevarse por la parte de atrás. Entonces vi que los sistemas comenzaban a apagarse. Quité todos los frenos y aceleré todo lo que pude hasta que mi moto se apagó, literalmente. Pero entonces otra descarga volvió a golpear mi vehículo, y esto destrozó la parte de atrás y mi pantalón quedó hecho trizas. Aún así este fue el empujón que necesitaba. Logré cruzar la línea de meta antes que el otro motorista, pero no conseguí parar mi moto. Acabé saltando y vi mi moto dar vueltas y estrellarse contra un obstáculo. Lo siguiente fue un montón de chatarra y varias personas acercándose. La primera era Mark. Todo empezó a nublarse y comencé a cerrar los ojos. Las voces empezaron a alejarse. Pero entonces me acordé de algo.

No podía desmayarme. Me levanté de un salto y fui directo a los restos de mi moto. Comencé a buscar desesperadamente entre los trozos de metal humeantes hasta que la encontré. Una caja metálica. Entonces me agaché, la abrí y saqué mis preciados auriculares. Apenas me los había puesto cuando Mark me dio una cajita de cartón, me agarró del brazo indicándome que le acompañara.

-No te aconsejo que te quedes ahí mucho rato- me susurró.- Los Corredores Infernales van a enfadarse mucho.

-Bueno, que se enfaden- dije sonriendo.- En cuanto tenga listo eso me voy a marchar.

Mark me sonrió pero sus ojos reflejaban una profunda tristeza. Seguimos el resto del camino hasta el taller sin hablar. Cuando llegamos encontramos el taller vacío. Aún así comenzamos a trabajar.

Parecía que lo habíamos ensayado todo. Yo comencé a montar cuidadosamente unas piezas y Mark me iba pasando herramientas y varios componentes. Uno de los últimos fue el que estaba dentro de la caja de cartón. Era mi trofeo. Aunque no lo creáis, gané la carrera. Si el piloto, y parte de su vehículo, cruza la línea de meta el primero y sigue vivo para contarlo, gana la carrera. Además de que los “jueces” vieron al otro motorista usando un arma prohibida en las carreras. Mis trucos no estaban prohibidos, me los aconsejó Mark. En la caja había una pantalla muy fina. Era la única pieza que me faltaba y era muy difícil de conseguir.

Como Mark era uno de los encargados de preparar las carreras, eligió esa pieza como trofeo. Era una pantalla genial, no creo que en la ciudad se pudiese encontrar algo mejor. Aunque no lo parezca, en los suburbios podías encontrar cosas mejores que en la ciudad, no de una manera muy legal, pero mejores.

Coloqué la pantalla con cuidado, un protector transparente de plástico resistente encima y le puse la carcasa. Por fin acabé mi gran proyecto. Parecía un brazalete a simple vista, pero era todo un ordenador. Tenía algunas piezas muy buenas, aunque otras tendrían que cambiarse en el futuro por algunas de mayor calidad. Cuando lo encendí mí cara se iluminó de alegría. Lo programé en unos minutos y lo sincronicé con mis auriculares. Al cabo de diez minutos ya tenía música suficiente para un largo viaje, así como acceso a varios mapas que podían ser de gran ayuda. También conseguí unos programas para tener acceso a algunos satélites que podrían serme de ayuda, como meteorológicos y algunos comerciales. Tenía un mecanismo que hacía que se ajustase al brazo, además de tener una almohadilla para que no me hiciera daño al llevarlo puesto.

Se lo enseñé a Mark y le di un abrazo.

-Muchas gracias, de verdad- le dije con un hilo de voz.- Sin tu ayuda no lo hubiera conseguido.

-No, gracias a ti por trabajar aquí. Nos has enseñado mucho. Espero que te vaya bien a donde vayas y procura hablar bien de mí.

-Quería pedirte un último favor. Quisiera ponerle el emblema del taller- dije mientras levantaba mi invento.

Mark asintió y se giró a buscar las cosas necesarias para grabar el emblema, pero yo sabía que estaba llorando. Pasados unos minutos salí del taller y me dirigí a las afueras de los suburbios, donde vivía.

Vivía en un pequeño campamento. Fue donde me acogieron nada más llegar y decidí quedarme allí. Además de que allí estaba al que había sido como un segundo padre para mí.

-Hola Ben- dije sacudiendo el brazo izquierdo con mi brazalete en él.- ¿A que no sabes quién ha ganado hoy una carrera?

Un hombre de más de cincuenta años, con el pelo largo y canoso y la barba descuidada se giró y una sonrisa apareció en su rostro al verme.

-Me alegro mucho, joven Tim. Pero me temo que eso sólo significa una cosa. Llegó el momento de tu partida.

El viejo Ben me ayudó cuando llegué herido y hambriento. Me curó mi mano y me enseñó todo lo que sabía de esgrima y a ejercitar mi mente. Me consiguió ropa nueva y cosió algunas partes de mi chaqueta. También me introdujo en el mundo de la mecánica.

-Ni se te ocurra perderlo- me dijo señalando a mi guante derecho.- Me costó muchísimo conseguir ese milthium, y mucho más recubrir el interior.

El milthium era un mineral que tenía unas propiedades similares al acero, excepto que podía ser moldeable como la tela, aunque era una técnica muy antigua según me dijo Ben. Otra de sus características que lo hacían especial era que servía como aislante para las partículas de magia. Por ejemplo, si te encuentras en una habitación cerrada hecha con este material, las partículas de Roht, como decía Ben, del exterior no se veían afectadas.
Según entendí, mi herida no cicatrizaba por culpa de esta magia, ya que mi organismo interactuaba con ella. Una vez cicatrizó, gracias a los cuidados de Ben, siempre me dolía. Algunas veces el dolor era tan intenso que me desmayaba o enfermaba durante un par de días. Pero al tener bajo el guante una capa de mithium mi herida no me dolía apenas y la magia de mi alrededor no se veía afectada tampoco. Yo en aquel entonces no entendía casi nada. Pero el solo oír que mi cuerpo atraía la magia hacía que mi cuerpo se inundara de alegría y emoción.

-¿Sabes si Brand va a acompañarme?- le pregunte al anciano.

-Creo que el joven Brandom va a decidir comenzar su aventura junto a ti.

-Pues yo creo que no le caigo nada bien- dije haciendo una mueca.

-No hables sin saber, joven Tim. Eres como un...

-Un incordio- la voz sonó detrás de mí.- Eso es lo que eres.

Brand apareció entre la oscuridad. Era un chico dos años mayor que yo y demasiado alto para su edad, además de corpulento. Tenía la piel más oscura que la mía y el pelo negro y muy corto. Llevaba una camiseta oscura de manga larga y unos pantalones claros, aunque un poco gastados. A la espalda llevaba una gran mochila bien ajustada. Además llevaba sus brazaletes metálicos que le cubrían desde la muñeca hasta la mitad del antebrazo. Les tenía tanto aprecio como yo a mis auriculares.

-Hola Brand- le dije con una sonrisa en la cara.- Veo que ya te has enterado de que nos vamos esta noche.

-Después del numerito que has montado en la carrera no te queda otra. Yo solo voy porque el viejo me lo ha pedido.

Vi que Ben comenzaba a sonreír.

-¿Me has visto en la carrera?- se me iluminó la cara cuando lo dije.

-Para nada- contestó Brand serio.- Lo he escuchado por el mercado. Tenía que comprar unas últimas cosas. ¿Tú tienes todo listo?

-Por supuesto- dije mientras levantaba una especie de maletín de cuero cerrado con una correa bastante larga.

Brand me hizo un movimiento con la mano para que le siguiera. Cuando me levanté, Ben me agarró del brazo.

-Adelántate, Brandom- dijo seriamente.- Tengo que hablar con Tim un momento.

Brand asintió y comenzó a avanzar. Yo me volví a sentar, esperando expectante lo que tenía que decirme.

-¿Vas armado, Tim?- preguntó Ben tras pensarlo un poco.

-Llevo mi pistola para soldar- dije tras pensar un rato.- Y algunas herramientas pueden servirme.

La pistola para soldar era un aparato que hice en los primeros años que estuve en los suburbios. Tenía la forma de una pistola, aunque sin cañón. Tenía un pequeño cuadrado con algo parecido a un círculo que sobresalía. Cuando apretaba el gatillo, la pistola liberaba una gran cantidad de energía en forma de calor. Si la apoyaba sobre una plancha de metal, la parte sobre la que disparase se deformaría adoptando esa forma circular. Si colocaba otra chapa debajo ambas dos quedaban soldadas. Por eso le di ese nombre.

-Eso no es un arma en condiciones- dijo mientras se giraba y cogía un objeto alargado envuelto en un paño.- Esto sí es un arma en condiciones.

Entonces retiró el paño y mostró una espada. Yo recordaba esa espada. Ben me pidió que la arreglase poco después de que nos conociésemos.

La vaina era de cuero negro y la punta tenía un protector metálico, se lo puse porque tuve que cortar la vaina ya que quedaba muy grande. El mango no era muy largo y el guardamano sobresalía un poco de la empuñadura y luego bajaba en oblicuo hasta sobrepasar el pomo. La hoja era negra, solo tenía un filo y no era muy larga. Podía tener cinco centímetros de ancho pero no era muy gruesa. Al acabar el mango había una chapa que había puesto yo. La primera vez que la vi estaba partida en dos. Ben me pidió que uniese las dos partes y por eso tuve que ponerle un refuerzo. Este refuerzo era de milthium. Ben insistió mucho en ese detalle.

-Esta es tu espada- me dijo ofreciéndomela.- Hiciste un buen arreglo, aún sin saber que finalmente sería tuya.

Yo la cogí sin saber que decir. Ben me había contado una vez que aquella había sido su espada y que una vez estuvo encantada. Desde entonces yo quise tener un arma encantada y siempre le pedía a Ben que me hablase de lo que sabía y me contase historias. Pero tener esa espada en mis manos era un sueño que había dejado de perseguir hacía ya algunos años. Aquella noche ese sueño dormido despertó y mi interior comenzó a arder de emoción. No sabía que decir y las lágrimas comenzaron a aparecer en mis ojos.

-Eres un buen chico. Llegarás lejos- me dijo sonriendo.- Ahora debes partir. Debes perseguir tus sueños y no dejes que nadie te los arrebate.

Me sequé los ojos con el dorso de mi mano y abracé al que siempre sería mi maestro.

-Nunca podré agradecerte lo que has hecho por mí, y...- comencé a decir con un hilo de voz.

Ben levantó una mano haciéndome callar. Después me sonrió, era una sonrisa sincera.

-No creo que sea buena idea comenzar tarde tu aventura. Alcanza a Brandom antes de que se aleje más.

Asentí, le saludé una última vez y me alejé.

-Nunca dejes que nadie te detenga- susurró.- Sólo tú eres el dueño de tu destino.

Tardé un par de minutos en alcanzar a Brandom, seguía andando en dirección a Lanins. La ciudad donde estaban las oficinas del Cuerpo de Cazarrecompensas. Íbamos a convertirnos en cazarrecompensas. O eso creíamos cuando dejamos Alhenrir.