Los Espinas de las Arenas.
Llegamos a Lanins a última hora de la tarde. Tardamos más
porque nos paramos a mitad de camino para almorzar y para que Vins descansara
un poco, porque tenía unas ojeras exageradas. Aun así, Urmont estaba deseando
entregar a Hirr, cobrar la recompensa y desentenderse. El dolor que me recorría
todo el cuerpo fue disminuyendo a lo largo del viaje, aunque tuvieron que
vendarme los dos antebrazos, desde la muñeca hasta el codo, y la rodilla
izquierda porque tenía varios cortes. También tenía algunas contusiones en el
resto del cuerpo, pero no les prestaba mucha atención ya que no hacía nada más
que pensar en que nuestro primer trabajo había salido bien.
Aparcamos el coche a siete calles de las oficinas del Cuerpo
de Cazarrecompensas. Vins se quedó durmiendo en el coche mientras Urmont fue a
entregar al prisionero y cobrar su recompensa. Phil y Rel se encargaron de
custodiar a Hirr hasta que lo
encerraran. A Brand y a mí nos tocó vigilar el coche y todas las cosas. Esperamos
cerca de hora y media hasta que volvieron. Urmont llevaba una bolsa de cuero
marrón, del tamaño de mi puño, cerrada con un cordón, también de cuero, y una
carpeta negra plastificada, igual que la del encargo anterior pero esta parecía
estar en mejores condiciones.
-¡Vins, despierta!- gritó Urmont golpeando el lateral del coche con la palma de su mano.
El ayudante, que estaba tumbado ocupando los asientos delanteros,
se levantó de golpe y salió tan rápido del coche que se golpeó la cabeza con el
marco de la puerta.
-Esta es tu parte- le dijo Urmont lanzándole la bolsa de
cuero.- Son veintidós Vahls. Los cuatro restantes dáselos a nuestro joven
mecánico. Aunque fastidiara nuestro plan desde el principio, fue gracias a él
que conseguimos capturarle.
-¿Qué? Desde un principio dijiste que no le ibas a pagar a
ellos- protestó Rel.- En vez de darle cuatro Vhals, ¿por qué no cobramos uno
más cada uno?
-¡Cállate de una vez, Rel!- le gritó Urmont.- Dije que no
cobrarían como ayudantes, no que no pudieran recibir algo de dinero cada vez que
lo hagan bien. Además, ¿vas a pelearte por una mísera moneda de plata más?
-Lo siento jefe- se disculpó el ayudante.- Es sólo que pensé
que ellos no iban a cobrar después de lo que recibimos nosotros.
-¿Te parecen pocos veintidós Vhals para cada uno de
vosotros?- le preguntó Urmont, que ya se había acercado más a él para
discutir.- Menos mal que subieron su precio a cien de plata porque algunos
jóvenes en las ciudades han muerto a causa de esa droga. Si no llega a ser por
eso sí que cobramos poco.
-Toma chico, tu “parte”- me dijo Vins con una risita
mientras dejaba cuatro monedas, una sobre otra, en el capó.- He de reconocer
que no me agrada que a un mocoso que acaba de llegar y que tiene suerte con las
máquinas le llamen mecánico cuando a mí nunca me lo dicen, pero me caes bien.
Bajé de un salto de la parte de atrás y recogí las monedas.
Me quedé mirándolas durante unos segundos. Era la primera vez que tenía dinero
real en mis manos. En los suburbios se solía comerciar con trueques o con una
moneda propia de allí. La verdad es que tampoco había tenido muchas veces aquel
dinero “falso” mientras estaba en los suburbios.
Pero aquellas monedas no podían compararse con aquellos
trozos irregulares de metal. Eran perfectamente circulares y no muy grandes, del
tamaño de una chapa de zumo de Hyl. Apenas tendrían medio centímetro de grosor
y no pesaban mucho, así que debían de estar hechas de otro metal más ligero y
bañadas en plata, pura o no eso ya no lo sabía. Pero eso no me importaba en aquel
momento, eran las monedas más bonitas y brillantes que había visto nunca,
aunque estuviesen melladas por los bordes. Cada una tenía un uno grande con una
“V” a la derecha en una cara. En la otra tenían una especie de corona de tres
puntas con un texto ilegible rodeándola.
-Toma Brand, tu parte- le dije lanzándole dos monedas.
-¿Por qué me las das a mí?- respondió tras coger ambas
monedas con una mano.- El mérito es tuyo.
-Bueno, tú te encargaste de aquellos dos matones,también
lo hiciste bien- le respondí, con una sonrisa, levantando el pulgar de la mano
izquierda y guiñándole el ojo derecho.
-Venga, basta de charla- dijo Urmont mientras abría la
puerta del copiloto.- Todos al coche, tenemos un nuevo trabajo. A ver si este
lo acabamos pronto.
Regresamos todos al coche, ocupando los mismos sitios que
antes. Supuse que no cambiaríamos de sitio de ahí en adelante. Yo estaba bastante cansado. En todo
el viaje de vuelta apenas había podido dormir, sobre todo porque tenía a Hirr al
lado y no conseguía relajarme. Él pasó todo el trayecto mirando hacia el suelo
y moviendo nerviosamente las manos. Decidí que lo mejor era no preguntar y
esperar a que me informasen sobre nuestro siguiente trabajo. Me incliné un
poco, intentando no molestar al resto, y cerré los ojos.
Me desperté muy desorientado y con la sensación de que había
dormido demasiado y llegaba tarde a algún sitio. Cuando me situé un poco,
después de frotarme repetidas veces los ojos, vi a Phil de pie, dándole patadas
a Rel para despertarlo. Brand estaba delante de mí, con su mano derecha sobre
mi hombro, mirándome con su impasible cara.
-Ya hemos llegado- me dijo cuando vio que ya me había
despejado un poco.- Urmont nos va a dar la siguientes instrucciones. Vamos.
Brand se bajó de la parte de atrás y Phil le siguió. Yo empecé
a ponerme en pie torpemente pero Rel pasó al lado mío y me golpeó levemente al
pasar, lo suficiente para hacerme perder el poco equilibrio que tenía y caer de
espaldas. Por suerte no me salí fuera del vehículo y apenas me hice daño.
-Ten cuidado- me dijo con un tono de reproche.- Mira por
dónde vas o en el próximo trabajo no tendrás tanta suerte.
Y después de decirme esto bajó del vehículo de un salto. Me
quedé unos segundos sentado, con el trasero dolorido, hasta que decidí volver a
levantarme. Cuando bajé del coche todos estaban de pie a un lado del camino, a
la sombra de los árboles. Fue entonces cuando me fijé en donde estábamos.
Habíamos parado en un cruce de 3 caminos, ninguno de ellos asfaltado. Supuse
que uno, el que iba en dirección norte, era por el que habíamos venido, los
otros dos parecían bordear una especie de bosque al que no le encontraba fin.
Los árboles me resultaban familiares pero no tenía tiempo para fijarme mucho
más ya que me estaban esperando.
-Como les estaba explicando, Tim, este trabajo es mucho más
importante que el anterior- dijo Urmont cuando me acerqué al grupo.- Esta vez
vamos detrás de un grupo de contrabandistas miembros de una banda llamada Espinas de las
Arenas. Como ya sabéis, esta banda se está haciendo bastante famosa porque se
rumorea que han conseguido armas de fuego y que están empezando a traficar con
ellas. Aunque sea sólo un rumor, los de arriba están empezando a inquietarse y
quieren acabar con esta banda cuanto antes.
-¿Armas de fuego? Es imposible que tengan armas de fuego.
¡Se destruyeron hace siglos!- exclamó inquieto Rel.
-Por favor Rel, déjate de tonterías y cálmate- le reprendió
Phil.- Con armas de fuego o sin ellas, no dejan de ser unos bandidos. Seguro
que si les clavo mi espada hasta el mango en el pecho mueren como el resto.
Después de decir esto, Phil empezó a reírse él solo. Cuando
se dio cuenta de que todos estábamos algo preocupados ahogó una carcajada, dejó
caer los hombros, bajó un poco la cabeza y adoptó una expresión seria. Con un
gesto le indicó a Urmont que podía seguir.
-Bueno, la verdad es que ambos tenéis algo de razón. Las
armas de fuego son peligrosas. Dicen que podían matar a alguien a más de cincuenta
pasos de distancia. También he oído que se parecen a los rifles o ballestas de
descargas que suelen tener los cuerpos de élite de la policía en las ciudades,
pero como nunca he visto uno de esos tampoco puedo daros detalles. Por otra
parte, si tenemos un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, será como otro cualquiera-
dijo Urmont mientras abría la carpeta y sacaba unos papeles.- Esta vez lo que
tenemos que hacer es recuperar el cargamento. Lo que hagáis con los bandidos no
les importa ya que la recompensa es por la mercancía, y por lo tanto, no me
importa a mí. Eso no quita que si capturamos a algunos con vida nos darán algo
por ellos.
Después de decir esto me miró fijamente unos segundos. Lo
había dicho especialmente por mí. Sabía que la idea de matar a alguien me
aterraba, y no se equivocaba. Esos segundos me resultaron eternos, incluso Rel
y Vins me miraron al ver que ese comentario iba dirigido a mí.
-Bueno, hay algunos inconvenientes. Y por ellos vamos a
tener que volver a dividirnos.- dijo Urmont para romper el silencio que él
mismo había empezado.- El primero es que los bandidos han bordeado el bosque,
pero no sabemos exactamente por donde. Y como no podemos arriesgarnos a ir por
un camino y que ellos vayan por el otro, vamos a tener que hacer un grupo que
vaya por el lado este del bosque y otro que vaya por el oeste. El segundo es
que nos encontramos en el famoso Bosque de Edhrierlym. Todos hemos oído las historias
que cuentan sobre este lugar, pero os pido que no seáis unos cobardes lloricas
y que no os asustéis por estar cerca de él. Además, ni siquiera vamos a tener
que entrar.
¡Eso era! Con razón me sonaban tanto los árboles y el lugar.
Nos encontrábamos en el mismo camino que habíamos tomado Brand y yo cuando
íbamos de hacia Lanins.
-Los grupos son parecidos a los del anterior trabajo. Tim y
Brand irán por este camino andando, dirección sur. El resto iremos hasta el
camino del lado oeste. Phil y Rel se bajarán al principio y seguirán a pie el
resto. Vins y yo iremos en el coche todo el rato, os esperaremos al sur del
bosque, en el cruce de ambos caminos. Pasaremos bastante rápido, por lo que si
nos cruzamos con el grupo de bandidos no creo que tengamos problemas. Así
podremos informaros para que sepáis con certeza por donde van. En cuanto haya
contacto visual con los bandidos, quiero que informéis por radio, ¿entendido?
Nada de actuar por vuestra cuenta.
-Si encontramos a alguien, ¿cómo sabremos si son los
bandidos a los que estamos buscando?- preguntó Brad, cruzándose de brazos.
-¿Además de por su fiero aspecto, sus gastadas ropas y las
armas?- le respondió Urmont en tono de burla. Tras ver que Brand permanecía
impasible, su sonrisa se fue apagando.- Está bien, veo que no tienes sentido
del humor. Todo el clan lleva su emblema, una especie de planta retorcida repleta
de espinas en rojo, dicen que representa un “brote del desierto”. Cada miembro lo
lleva a su estilo, claro está. Entre esos canallas no existen tales cosas como
uniformes, aunque la mayoría lo suelen llevar dibujado en sus ropas, a la
espalda. Otros, incluso, tatuado en su cuerpo. Pero, eso sí, en cuanto veáis a
una sola persona con ese símbolo, escondeos si podéis, pues son peligrosos. No
conviene tomarlos a la ligera, lo mejor es que los ataquéis por sorpresa.
-¿Y si nos ven ellos antes?- pregunté nervioso.
-Si eso ocurre, actuad lo más rápido que podáis, o
comprobaréis si es cierto lo que dicen sobre las armas de fuego- me respondió
Urmont, y dicho esto recogió rápidamente los informes que había sacado antes de
la carpeta y los volvió a guardar.- Muy bien. Todos tenéis vuestros
comunicadores, es hora de empezar.
Brandom y yo nos quedamos a un lado del camino mientras
Urmont y los otros tres ayudantes subían al coche. Vins no dejó de recordarnos
que tuviéramos los transmisores operativos en todo momento y que nos
comunicásemos con ellos cada cinco minutos mientras Phil no paraba de desearnos
suerte a gritos, gritos que acabaron convirtiéndose en maldiciones hacia los
bandidos y sus armas de fuego.
En un par de minutos ya veíamos alejarse el jeep, dejando
tras él un rastro de polvo. Brand no tardó en ponerse en camino y yo le alcancé
en cuanto dejé de divisar el vehículo. Pasamos un par de horas andando cerca de
los árboles, por si en algún momento teníamos que ocultarnos. Había tramos en
los que podíamos ir más rápido que en otros. Tuvimos incluso que ir agachados
por más de quince minutos un par de veces. Y, por supuesto, cada cinco minutos
contactaba con nosotros Vins para saber si había novedades. A la hora de que
nos separáramos del resto, nos habló Urmont para informarnos de que Rel y Phil
acababan de bajar del vehículo y que iban a continuar a pie.
Los minutos se me hacían eternos y mi agotamiento aumentaba.
Y Brand tampoco es que ayudara. Apenas hablamos, y la mayoría de las
conversaciones que mantuvimos las inicié yo y apenas duraban unos minutos. Le
pregunté sobre él, sobre su pasado, de dónde era, en qué ciudades había estado.
Pero sus respuestas siempre eran cortas y carentes de detalles, por lo que
supuse que no le gustaba hablar sobre él. Pero al cabo de otras dos horas
comprobé que no le gustaba hablar de nada.
Cuando me preguntó que si quería parar a almorzar y
descansar un rato, no me lo creía. Comimos en silencio, entre los árboles, las
provisiones que había traído Brand. Me dijo que sabía que yo no iba a traer
nada y que por eso había traído de sobra. Ese detalle compensó las cuatro horas
de camino sin apenas conversar. Descansamos cerca de una hora, no podíamos permitirnos
pararnos más tiempo, y después volvimos a continuar.
Empecé a fijarme en el bosque, no entendía por qué la gente
no quería ni hablar de él. Es verdad que después de la cuarta o quinta fila de
árboles no veías nada más que oscuridad, pero los árboles eran altos y de una
corteza suave casi todos, marrones algunos, grises otros. El suelo estaba
cubierto por vegetación y una vez que te tumbabas sobre él, no querías
levantarte. Pensando en el bosque me acordé de aquel joven que nos encontramos
la noche que dejamos Alhenrir.
-Oye Brand, ¿qué crees que le habrá pasado a aquel chico que
nos encontramos en este bosque?
-No lo sé- me respondió seriamente.- Pero si ha conseguido
sobrevivir con esas heridas, seguro que está bien.
-Eso espero- dije sonriendo.- Me gustaría poder volver a
encontrármelo y hablar más tiempo con él. Parecía simpático.
-Supongo. Aunque deberías de tener cuidado. Una persona no
acaba tan mal herido sin haber hecho algo.
-Ya nos lo dijo él. Se hizo las heridas peleando contra un
dragón, y yo le creo- le dije frunciendo el ceño.- Seguro que puede contarnos
muchas cosas sobre sus...
Brand me mandó callar con un gesto y nos escondimos tras
unos árboles. En el camino pudimos ver una persona sentada al lado de un fuego
y con una mochila al lado. Estuvimos un rato más observándole pero no
conseguimos averiguar nada. La persona se levantó y comenzó a lanzar arena al
fuego con los pies.
-Voy a preguntarle si ha visto a alguien- le susurré a
Brand.
-Espera, no sabemos si es una trampa- pero antes de que
terminara de hablar yo ya había salido al camino- Maldita sea, Tim. Vas a
conseguir que nos maten.
Brand salió de entre los árboles y me alcanzó. Apenas estaba
a cinco metros del desconocido cuando Brand me agarró del brazo evitando que me
acercara más. Cuando le miré lo único que recibí como respuesta fue una mirada
de desaprobación. Por detrás la persona parecía un hombre igual de alto que yo
y con el pelo corto y negro. Parecía concentrado en apagar el fuego.
-Perdona. ¿Has visto pasar por aquí a algunos hombres de mal
aspecto?- le pregunté en alto.
La persona se giró rápidamente, no nos había escuchado
acercarnos. Pude ver que aquel hombre era un chico más o menos de mi edad.
Llevaba pantalones largos, marrones y gastados, y una chaqueta vaquera sin
mangas. Debajo llevaba una camiseta negra de manga corta. Pero lo que me llamó
la atención no fue el estado de su ropa, fue el dibujo de su camiseta. Tenía
dibujado una extraña línea irregular de color rojo que se dividía en otras dos
que se curvaban, la de la derecha describía un arco y la de la izquierda describía
una espiral. Yo había visto ese símbolo antes. Era un brote del desierto.
¡Aquel chico era de los Espinas de las Arenas!
Tanto a Brand como a mí nos sorprendió ver aquel emblema en
la camiseta de un chico tan joven. Yo me quedé inmóvil unos segundos, pero
Brand actuó rápidamente. Tiró hacia atrás de mí y se colocó delante. Pero, el
bandido se había movido aún más rápido y ya estaba preparado. Sostenía en las
manos un extraño objeto, que supuse que eran una de esas famosas armas de
fuego. Sujetaba un cilindro metálico, que imaginé que sería el cañón, con la mano izquierda. Con la derecha, a la
altura de la cintura, sostenía una pieza metálica irregular de la que
sobresalían unos engranajes por un lateral y que estaba conectada con uno de
los extremos del cañón. Al otro lado del mismo, el que apuntaba hacia nosotros,
había una extraña pieza metálica rectangular y de un color más oscuro. Pero no
pude fijarme mucho en su arma, pues Brand se había puesto en medio y corría
hacia el enemigo.
Cuando le vi pasar delante de mí, mi cuerpo comenzó a
responder. Sin pensármelo dos veces, eché a correr detrás de Brand mientras
desenvainaba mi espada. Pero, apenas habíamos dado unos pasos cuando el bandido
ya había apretado, con su mano derecha, la pequeña palanca que sobresalía de la
pieza metálica.
Un fuerte rugido salió del cañón, acompañado de un fogonazo.
Antes de que el arma se elevase debido al retroceso, comenzó a salir un humo
gris de los laterales del rectángulo metálico que había en el extremo del
cañón. A los pocos segundos ya había una cortina de humo entre nuestro atacante
y nosotros. Yo me detuve un poco con el rugido, pero, en cuanto vi aparecer el
humo del cañón, decidí seguir corriendo, antes de que aquella nube gris se
hiciera más densa. Pronto alcancé a Brand, que se había quedado inmóvil después
del disparo. Después de pasar al lado suyo, me giré para decirle que me
siguiera, pero ninguna palabra salió de mi boca. Mis piernas se fueron
deteniendo poco a poco hasta que me paré por completo. Me quedé unos instantes
mirando a Brand con los ojos muy abiertos. Tenía las manos en el estómago, la
cabeza agachada y la mirada perdida. Las apartó de él lenta y temblorosamente,
mientras las seguía con la mirada. Entonces vi que tenía las palmas cubiertas
de un color granate oscuro. En su camiseta negra empezó a aparecer una mancha
aún más oscura. Levantó la cabeza y me miró un instante antes de caer de
rodillas al suelo. El golpe seco de sus rodillas contra el suelo me hizo
reaccionar.
-¡Brand!- grité mientras corría hacia él.- ¿Qué te pasa?
¡Brand!
Cuando llegué a su lado ya se estaba incorporando y, cuando
intenté ayudarle a levantarse, rechazó mi ayuda con un gesto. La mancha de la
camiseta cada vez era mayor y él estaba cada vez más blanco. Se puso de pie
tembloroso y, sin mediar palabra, se quitó la mochila de la espalda, la abrió
y, después de buscar un par de segundos, sacó una pequeña mochila de de tela
verde oscuro, cerrada con un cremallera. La abrió y sacó unas vendas y un trapo
relativamente blanco.
-Tim, ¿te importaría ayudarme un momento?- me preguntó
mientras se levantaba la camiseta con un gesto de dolor.
-Sí... Claro- le dije instintivamente, pero el cuerpo apenas me respondía.
Al final conseguí centrarme. Brand se sentó en el suelo y se
limpió la sangre de alrededor de la herida con el trapo, después de echarle
algo de agua de la que tenía en su cantimplora. Una vez que se había limpiado
más o menos la herida, le ayudé a ponerle una venda. Aunque no lo hice muy
bien, a él no le importó.
-Esto es sólo provisional- me dijo mientras se levantaba.-
Venga, en marcha. Si no alcanzamos a ese maldito bandido, al menos tenemos que
llegar con el resto.
Empezó a andar pero empezó a tambalearse y se habría caído
si no le hubiese sujetado. Aunque insistía en que él podía andar sólo, yo no le
solté. Estuvimos andando así como una hora. Nos metimos dentro del bosque, siempre
sin perder de vista el camino, porque Brand no quería arriesgarse a que hubiese
más bandidos esperándonos. Intenté contactar con Urmont y los chicos varias
veces sin éxito. Cuando finalmente lo conseguí, apenas escuchaba a Vins y perdí
la conexión a los pocos segundos.
Unas nubes grises aparecieron en el cielo, tapando prácticamente
el sol. Anochecería en poco menos de una hora, y era lo que más temíamos. Pero,
por desgracia, tuvimos que parar de vez en cuando para que Brand descansara. Se
sentaba con la espalda apoyada en un árbol y respiraba lentamente durante unos
minutos. Luego volvía a levantarse y seguíamos andando.
Cuando apenas quedaban una media hora de sol, comenzó a
llover. No se le podía llamar lluvia a aquello. De vez en cuando sentías que
una gota golpeaba tu rostro y esto te recordaba que estaba lloviendo, pero sabíamos
que no iba a seguir así mucho tiempo. Pronto empezaría a llover más fuerte, y
eso sería un problema. Otro más.
Unos minutos después, pasó lo inevitable. Comenzó a llover
cada vez más fuerte y las últimos rayos de sol desaparecieron, dejando paso a
una fría noche. Yo intentaba una y otra vez contactar con Vins, pero no lo
volví a conseguir. Estaba empezando a ponerme nervioso, ya no veíamos por dónde
íbamos ni si había alguien esperándonos y Brand Cada vez estaba más cansado y
se llevaba más a menudo la mano a la herida.
Al final decidimos parar en el árbol más grande que
encontramos y con más hojas, para poder refugiarnos algo de la lluvia. Brand se
sentó en el suelo y apoyó la espalda contra el tronco. Estaba empezando a
temblar y se le cerraban los ojos. Yo ya no sabía qué hacer, estaba a punto de
romper a llorar, pero sabía que eso no ayudaría. Me quité la chaqueta y se la
puse por encima. Él ni hizo el amago de rechazarla, sólo abrió un poco los ojos
y me miró. Su mirada me parecía más distante y cansada, en vez de la seria y
firme que siempre tenía.
Encendí mi ordenador, en parte para que la luz de la
pantalla pudiese iluminarnos algo y para volver a intentar contactar con el
resto. Pero antes de hacer nada, Brand se empezó a caer hacia el lado. Dejé lo
que estaba haciendo para intentar sujetarlo, pero no me dio tiempo y su cuerpo
chocó contra el suelo. Volví a levantarlo y lo apoye contra el árbol. Tenía los
ojos cerrados y la boca un poco abierta. Unas lágrimas aparecieron en mis ojos
y comenzaron a caer por mis mejillas.
-¡Brand, vamos, despierta!- le grité mientras le daba
palmaditas en la cara y le zarandeaba.- ¡Respóndeme, Brand! ¡No te mueras
ahora, por favor!
Todavía le estaba zarandeando cuando una tenue luz apareció
a mi espalda. Dejé de gritar, de llorar y giré mi cabeza lentamente. Una
pequeña esfera de luz avanzaba flotando entre los árboles, hacia nosotros. Yo
me quedé paralizado, sin saber qué hacer. Sólo observaba a la luz avanzar hacia
nosotros. Cuando se acercó un poco más, pude distinguir una silueta oscura
andando al lado de aquel extraño foco. El desconocido se paró a unos pocos
metros de nosotros.
-¿Q…Quién eres tú?- le pregunté con un hilo de voz.
-Me llamo Thixer Bluedreamer- respondió la sombra con una
voz lenta y penetrante.- Y soy un cazarrecompensas.